Redacción. El té de jengibre, conocido desde hace siglos en la medicina tradicional asiática, ha ganado reconocimiento mundial como una alternativa natural para mejorar la salud y el bienestar. Hoy, numerosos estudios científicos confirman los efectos positivos de esta infusión en distintos sistemas del cuerpo humano.
Uno de los usos más reconocidos del jengibre es su capacidad para mejorar la digestión y aliviar molestias estomacales. Compuesto principalmente por gingerol, este vegetal ayuda a relajar el tracto gastrointestinal, reducir la inflamación y favorecer el tránsito de los alimentos.
Investigaciones publicadas en la revista Nutrients muestran que el consumo regular de té de jengibre disminuye la sensación de náusea, la hinchazón y los cólicos, siendo eficaz incluso en personas con dispepsia funcional o náuseas ocasionadas por distintas causas. Otros componentes, como el shogaol y la zingerona, potencian su efecto antiinflamatorio y calmante sobre el intestino.

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Apoyo en la pérdida de peso y metabolismo
El jengibre también se destaca entre los llamados superalimentos por su potencial para favorecer la pérdida de peso. Estudios de entidades como los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. y la Universidad de Harvard indican que, dentro de una dieta equilibrada y combinada con actividad física, el té de jengibre puede:
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Reducir la sensación de hambre.
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Acelerar el vaciado gástrico.
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Estimular la quema de calorías.
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Evitar la retención de líquidos gracias a sus propiedades diuréticas.
Consumir la infusión en ayunas o entre comidas, con ingredientes adicionales como limón o menta, puede potenciar estos efectos, siempre dentro de un enfoque global de alimentación saludable.
Beneficios para la salud cardiovascular
El té de jengibre también tiene efectos positivos sobre el sistema circulatorio. Estudios publicados en Clinical Science of Nutrition destacan su capacidad para reducir la presión arterial sistólica y favorecer la dilatación de los vasos sanguíneos, lo que disminuye la carga sobre el corazón. Su acción antioxidante protege las células frente al daño oxidativo, asociado con enfermedades cardiovasculares.
Control de colesterol, glucosa y enfermedades crónicas
El consumo habitual de jengibre puede mejorar el perfil lipídico, reduciendo colesterol LDL y triglicéridos, lo que es beneficioso para personas con sobrepeso o riesgo metabólico. Además, su acción antiinflamatoria ayuda a controlar afecciones crónicas como la artritis, mientras que su capacidad de regular la glucosa en sangre aporta apoyo a personas con diabetes tipo 2 o resistencia a la insulina.
Adicionalmente, sus propiedades antioxidantes combaten el envejecimiento celular y sus efectos antibacterianos y antiinflamatorios fortalecen el sistema inmunológico, sobre todo cuando se combina con otros ingredientes naturales como miel, cúrcuma y limón.
Preparación adecuada y consumo seguro
La efectividad del té de jengibre depende en gran medida de la calidad de la raíz y su método de preparación. Para una taza, se recomienda:
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Usar entre 2 y 5 cm de jengibre fresco, pelado y cortado en rodajas delgadas.
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Hervir en agua y dejar reposar entre 5 y 10 minutos.
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Añadir opcionalmente limón, canela, menta o miel natural, evitando azúcares añadidos.
Si no se dispone de raíz fresca, media cucharadita de jengibre seco o molido también es efectiva. La ingesta diaria recomendable suele ser de 1 a 3 tazas, ajustando según la tolerancia individual y siempre con supervisión médica en caso de embarazo, uso de anticoagulantes, insulina o problemas renales o biliares.

El té de jengibre no es solo una tradición ancestral, sino una infusión respaldada por la ciencia por sus múltiples beneficios digestivos, metabólicos, cardiovasculares e inmunológicos. Incorporarlo de manera constante y responsable, junto con hábitos de vida saludables, puede convertirse en un aliado natural para el bienestar general.
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