Redacción. Aunque los teclados y pantallas han reemplazado en gran medida al lápiz y al papel en la vida diaria, los especialistas en neurología y psicología coinciden en que escribir a mano continúa siendo una práctica con efectos únicos sobre el cerebro.
El neurólogo Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), señala que la escritura manual involucra más regiones cerebrales que el tipeo. Estudios de resonancia funcional y electroencefalografía demuestran que activa áreas motoras, sensoriales, de lenguaje y memoria.
“Al tipear se repite un movimiento uniforme de los dedos y la activación es más restringida”, explica el especialista.
Una investigación de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, publicada en Frontiers in Psychology en 2024, confirmó que escribir a mano genera ondas cerebrales alfa y theta, vinculadas al aprendizaje y la memoria.

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Procesos que exige la escritura manual
La psicóloga y grafóloga Adriana Zillioto, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), detalla que la caligrafía activa mecanismos que los dispositivos digitales tienden a automatizar:
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Memoria procedimental motora: guía la secuencia de trazos.
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Orientación espacial precisa sobre una superficie concreta.
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Coordinación ojo-mano.
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Discriminación de formas de letras.
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Destreza motriz fina.
“Estas habilidades son esenciales para lograr una producción escrita eficaz y consolidar el aprendizaje”, afirma.
Beneficios según la etapa de la vida
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Infancia: mejora motricidad fina, ortografía, comprensión lectora y memoria de trabajo. Países como Estados Unidos (California) volvieron a incluir la cursiva en la primaria.
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Adolescencia y adultez: aunque el teclado aporta eficiencia, tomar notas a mano favorece la comprensión conceptual frente al copiado literal en computadora.
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Adultos mayores: escribir a mano funciona como estimulación cognitiva, ya que obliga a planificar, secuenciar y sostener la atención, lo que contribuye a mantener la plasticidad cerebral.
Uso terapéutico en neurología
En patologías como el Parkinson, donde aparece la micrografía (reducción del tamaño de la letra), se aplican técnicas que reducen la automatización de los movimientos:
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Empleo de hojas grandes (40×50 cm) para incluir movimientos del hombro.
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Uso de pinceles, crayones o fibras anchas para facilitar trazos amplios.
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Señales auditivas (música rítmica) y visuales (colores, pautas) para guiar la escritura.
Según Zillioto, estas estrategias permiten compensar las limitaciones motoras y mejorar la legibilidad.
¿Qué pasa si dejamos de escribir a mano?
La neurociencia sostiene que el cerebro se reorganizaría, como ocurrió en otras transiciones históricas (de la tradición oral a la escritura, o de la pluma al teclado). Se perdería parte de la integración sensoriomotora de la caligrafía, pero surgirían nuevas adaptaciones ligadas a lo digital”, indica Andersson.
A pesar de la eficiencia que ofrecen los dispositivos digitales, la escritura a mano sigue siendo una herramienta clave para el aprendizaje, la memoria y la estimulación cognitiva. Neurólogos y psicólogos recomiendan no abandonar este hábito, incluso en pequeñas dosis, como forma de mantener activo y saludable el cerebro.

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