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miércoles, julio 17, 2024

Opinión de Rodolfo Pastor Fasquelle: Contra el macho, una digresión fastidiada

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Por Rodolfo Pastor Fasquelle. -No es cierto que las hembras sean garantía de paz y tranquilidad. El biólogo Konrad Lorenz, que estudió la agresión entre las aves, descubrió que, aunque los machos eran los que se agredían unos a otros físicos ostentosamente disputándose territorios y recursos, en la naturaleza, siempre estaban atrás de ellos, las hembras incitándolos al pleito. En muchas especies según la socia biología, los machos son simplemente accesorios, ¿acaso entre nosotros?

Hace (no me acuerdo ya cuanto) tiempo entiendo que las mujeres son un género superior entre seres humanos. No solo sicológica o emocional si no físicamente superiores también, más fuertes y resistentes al dolor, más sensibles y hoy por hoy más inteligentes.

Tiresias, el profeta hermafrodita, asegura que ellas también tienen el mayor gozo. Y acaso se lo merecen.  Son mejores. No porque sean más honestas o de mejor índole. ¿Acaso por compensar la opresión? Quizás porque de algún modo son más completas. Su mito expresa esa superioridad, son las prenderas del universo y de los otros dioses. Ante el milagro de la gestación y del parto, la teórica contribución del varón a la concepción originaria en un rapto, se difumina como un referente remoto. Imposible olvidar que igual descienden míticamente de Eva, la primera pecadora y pueden perderse como ella, en vanidades e imaginerías. Que hay diosas de la agresividad y de la inmoralidad femenina como la Durga Kali, Loviatar, Ashtarte o Tlazoteotl y guerreras mitológicas universales, gorgonas, valkirias, cihuateteos.

Ahora mismo hemos visto y nos han impresionado aquí en las manifestaciones recientes una mayoría femenina, la mayor expresividad de las mujeres y cada vez más protagonismo suyo. Innegable la participación de las mujeres en las maras violentas de nuestros jóvenes, la China asesina y las cobradoras…

Asimismo, en la política de Honduras hay para bien y para mal mujeres destacadamente aguerridas, Marleny Alvarenga, Lena Gutiérrez, Gladys López y en otro partido, Rixi Moncada, Beatriz Valle, Patricia Rodas. Unas virtuosas y otras perversas, avocadas unas al bien común de sus partidos y del país, y otras a sus más mezquinos intereses particulares, de grupo y aun personales.

Por eso, intuitivamente fui fanático seguidor de Xiomara Castro, y dije que ella era mejor que Mel (quien no me lo perdona) y me sostengo, y ahora veo con claridad que Iroshka Elvir es muy superior a Salvador (que tampoco me perdonará el haberlo dicho) aunque un caballero no compara jamás a dos damas. La verdad es de Cristo. Aun así, en distintas culturas ancestrales, la mayoría de guerreros y los más preeminentes han sido varones.

Y contra toda evidencia, la tradición machista asegura que los hombres son más idóneos para el liderazgo y genera una serie de estereotipos para reforzar ese prejuicio. Se supone Salva que los varones son más firmes en sus criterios y definidos en su determinación, consecuentes con sus propósitos enunciados mientras que las mujeres son débiles, vacilan, padecen de una inasible indecisión continua, volubles en extremo, inconstantes y aun infieles. Pero hay distintas maneras de ver la misma cosa.

Estudios científicos serios establecen que varían, de maneras significativas, los funcionamientos de los cerebros (algunos dicen almas) de las mujeres y los hombres en respuesta a estímulos eléctricos, de enzimas y hormonas. De ordinario, el varón recibe una mayor dotación de testosterona, vinculada a su libido y capacidad reproductiva, pero animadora también de un área neuronal en que se forman juicios, no necesariamente afinados y se toman buenas o malas determinaciones. Las llamadas pruebas de reflexión cognitiva indican que la demasía de testosterona obnubila frecuentemente a los varones. Les dificulta ver, menos aún enmendar su propia carencia o error y discernir los méritos y el argumento del otro, los que las mujeres captan fácilmente.

Y entonces resulta que la mujer es más autocrítica y más abierta y reflexiva, busca entender la razón que tiene su interlocutor, porque sabe que esa es la mejor forma de resolver la diferencia, insiste en verificar las informaciones, en volver atrás, explorar las posibilidades, agotarlas, mientras que el hombre es más simple, impulsivo y terco, piensa en forma plana y se cree fácilmente el dueño de la verdad única, aun si se empecina en cursos de acción que han fracasado, se estrella repetidamente contra el mismo muro y tropieza en el idéntico barranco. Así el varón es menos tolerante, más excluyente. Y si eso es producto de la constitución física del género, ¿acaso no convendría más poner el poder público en manos de la mujer que luce tan superior para ese fin?

Lo que está a la vista es que aquí los varoncitos ya no funcionan. Como si no hubiera nada más importante, incluso apremiante, parecen estar ocupados pasional y exclusivamente en mutuas descalificaciones, con las más terribles acusaciones, aun cuando se supone que luchan en el mismo bando, aliados. Machos de una jauría peleándose a una hembra en celo, por una oportunidad de coito que se ve y se huele cercana. Parecen niños, o imberbes delincuentes celándose la lealtad de una pandilla. Lucen como esas parejas delirantes que desvarían obsesivamente. Tigres o leones disputándose con los zopilotes la carroña de una presa. ¿Qué quieren que les diga? Lucen absolutamente incompetentes para negociar desacuerdos sencillos e incapaces de respetarse para actuar coordinadamente, en función de la meta común, para caminar en forma perspicaz por la ruta obligada, por el interés general. ¿Cómo podrida luego constituirnos? Dan pena ajena.

Uno no sabe dónde esconderse. Tendrían que ser los líderes visionarios que ha en oteado un porvenir y saben por dónde nos llevan, los más ponderados, discretos, elocuentes cabecillas. Estrategas confiables en los campos de batalla. Capitanes en los mares agitados. Timoneles tranquilos en la turbulencia de la tormenta y austeros en los desiertos. ¿Cómo es que ayer era útil que Nasralla trajera su Partido a la Alianza para fortalecerla, pero ahora nos debilitaría si reconstruyera el Partido que le quitaron en el camino?  Y entonces los dos gallitos vistosos que, con espolones de latón pintado, se disputan la arena de la gallera, resultan ser la viva encarnación de la inconstancia, de la volubilidad, de la irracionalidad que el machismo atribuye a las mujeres y de la intolerancia que ya se sabía que era propia del macho dominante de la tribu. Joder. Busquemos a la mujer, que no puede sino mejorar. Y Esto a las galeras. A remar.

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