REUNIÓN
Luego de que le cayeran las avispas y terminara pidiendo perdón por mezclar agua bendita con gasolina, el marginado del club azulejo ahora anda convocando a su “ala” para una reunión este sábado. ¿Con qué cara? Solo él sabrá, porque en ese partido ya no hay sillas vacías ni para el café. Parece que sigue soñando con ser figura, cuando ni siquiera lo convocan.
ANESTESIA
Por andar sacando pecho con causas que no le pertenecen, al del bombo le pelaron la cara sin anestesia. Según cuentos de un representante, el susodicho se jactó de haber soltado varios melones para la Copa Numada en una comunidad garífuna, pero bastó rascar tantito para que los organizadores desmintieran haber olido esa montaña de billetes.
JUGADA
Y es que, si bien es cierto que allá por el 23 les llegaron 50 mil maracandacas, esas no venían con el sello del barrista, sino con la firma de la diputada karateca y la comisión que ella comanda. Lo más jugoso es que la misma jugadita ya la habían hecho antes el tierno y la tiktoker, que también se colgaron de la Copa para sacarle jugo al presupuesto.
AZÚCAR
Como si viviera en una república paralela, la ministra de algodón salió con su retórica de azúcar, jurando que el IHSS y el sistema de salud están abastecidos al 90 %. Según su lógica celestial, si el paciente no encuentra el medicamento es porque prácticamente está pidiendo gustos y no lo que “el cuadro básico” manda. Así que, si no hay insulina, antibióticos o analgésicos, no es crisis… es porque el estimado enfermo tiene expectativas muy altas.
GEOMETRÍA
Desde su natal Talanga, una maestra de primaria desempolvó recuerdos y le envió un saludo al diputado libertino que también fue fiscal, recordándolo como “el más redondo de la clase”, no solo por su geometría, sino por lo bien que rodó del aula al hemiciclo sin despeinar una neurona.
BOTA
En un acelerón desbocado, a las gloriosas se les fue la bota, lanzando su vendetta contra tres periodistas que tuvieron la osadía de hurgar donde pica. Fue así como optaron por enlodarlos con una portada donde, a cinco columnas, los bautizaron como “sicarios de la verdad”, en un burdo intento de disfrazar su incomodidad con tinta marchita.
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