REDACCIÓN. Los ataques de pánico incluyen síntomas físicos como temblores, hormigueo o latidos rápidos, que podrían sentirse como si le estuviera dando un ataque al corazón. Estos pueden ocurrir en cualquier momento.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 30% de la población sufrió o sufrirá algún ataque de pánico.
Los datos indican que en 2019 se registraron 301 millones de personas con diagnóstico de algún trastorno de ansiedad; 58 millones eran niños y adolescentes.
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Ataques impredecibles
Una de las características de los ataque de pánico es la falta de control que tiene la persona afectada sobre el cuándo, el dónde y el por qué.
La corta duración es otro rasgo definitorio, ya que el ataque de pánico dura escasamente 10 minutos. En cambio, otros trastornos de ansiedad son relativamente duraderos y requieren una intervención prolongada.
¿Qué pasa en el organismo cuando hay un ataque de pánico?
Según los expertos no todas las personas experimentan un ataque de la misma manera que otras. Los síntomas más comunes son palpitaciones, sudoración, temblor de manos, flojedad de piernas, náuseas, molestias abdominales, mareos, dolor de cabeza, opresión en el pecho, sensación de ahogo y sofocación.
Son manifestaciones fisiológicas que alertan al organismo de que existe una amenaza (en este caso imaginaria) contra su integridad física o psicológica.
¿Quién tiene más riesgo de padecerlo?
Los estudiosos del tema refieren que no existe una relación causa-efecto entre poseer un determinado gen, carácter o rasgo de personalidad y las posibilidades de experimentar un ataque de pánico. Sin embargo, sí parece existir un factor hereditario.
Asimismo, sugieren que el temperamento podría influir. Es decir que personas altamente sensibles o con elevados niveles de neuroticismo y autoexigencia tienen más papeletas de pasar por ese angustioso trance.
El género es también una variable clave. Numerosos estudios han mostrado que las mujeres tienen casi el doble de probabilidades que los hombres de sufrirlo a lo largo de su vida. La explicación reside en los procesos hormonales cíclicos asociados con el género femenino: la menopausia es un periodo de máxima susceptibilidad.