Redacción. Tras la muerte del papa Francisco, el Vaticano se prepara para llevar a cabo uno de sus rituales más solemnes y reservados: el cónclave que elegirá a su sucesor.
Mientras la atención del mundo se centra en la Capilla Sixtina, donde los cardenales votan durante días hasta alcanzar una decisión, surge una pregunta curiosa pero fundamental: ¿cómo se alimentan durante este encierro?
Comida sencilla, ligera y controlada
Un equipo de chefs laicos, seleccionados por su confianza y experiencia dentro del Vaticano o en instituciones afines, se encarga de preparar todas las comidas. El menú, aunque simple, es completo y nutritivo. El desayuno incluye café, té, pan y mermelada. El almuerzo se compone de una entrada, un plato principal con guarnición y fruta. La cena, más liviana, mantiene una estructura similar.
Aunque el vino está permitido, solo se sirve en pequeñas cantidades y bajo solicitud. Las bebidas destiladas están completamente prohibidas.
Los platos, inspirados en la cocina italiana, ofrecen risottos, pastas, carnes blancas, pescados al horno, vegetales grillados y frutas de estación. Todos los días se hornea pan fresco y, en ocasiones especiales como los domingos, los cardenales pueden disfrutar de un postre simple, como una tarta o un budín. Los cocineros también tienen en cuenta alergias, intolerancias o requerimientos especiales de los comensales.
Lo que no está permitido
Durante el cónclave, los cardenales permanecen completamente aislados del mundo exterior. Los únicos que los acompañan son guardias suizos, personal de limpieza, médicos, sacerdotes, agentes de seguridad y el equipo de cocina. Para evitar cualquier posible filtración de información, se prohíben ciertos alimentos que podrían esconder mensajes en su interior.
Están vetados los pollos o aves enteras, las tartas, los pasteles, los panecillos, las empanadas y cualquier otro alimento que pueda ocultar notas o elementos extraños.
Además, todo líquido se sirve en recipientes transparentes y se revisan minuciosamente servilletas, utensilios y textiles. El objetivo es claro: garantizar que el proceso de elección del nuevo papa transcurra sin interferencias externas ni riesgos de manipulación.