Redacción. Cada año, el tercer sábado de junio, Honduras celebra con orgullo el Día Nacional de la Baleada, una fecha dedicada a uno de los platillos más emblemáticos y queridos del país.
Más allá de su sabor, la baleada representa un símbolo de identidad, arraigo popular y herencia culinaria que une a millones de catrachos dentro y fuera del territorio nacional.
Desde su instauración en 2018, esta festividad ha ido ganando relevancia en el calendario nacional. La iniciativa surgió de una alianza entre Marca País Honduras —programa gubernamental que promueve la imagen del país— y la Empresa Galeano, con el respaldo de marcas privadas y comunidades locales. El propósito: dedicar un día al año para honrar y visibilizar la riqueza cultural que encierra este sencillo pero poderoso platillo.
La fecha no es fija, pero sí simbólica: el tercer sábado de junio se eligió para garantizar que siempre caiga en fin de semana, permitiendo la participación masiva de las familias hondureñas.
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¿Qué es una baleada?
Una baleada tradicional se compone de una tortilla de harina rellena de frijoles refritos, queso rallado y mantequilla. Aunque sus variantes son muchas, con huevo, carne, aguacate, chorizo o plátano; la esencia de la baleada sigue viva en cualquier esquina del país.
Orígenes entre la historia y la leyenda
El origen de la baleada no está del todo documentado, pero se reconocen dos relatos populares. Uno de ellos ubica el primer puesto de venta en La Ceiba, en 1964, cuando Teresa de Jesús Montiño, entonces de 20 años, vendía tortillas de harina con frijoles junto a los rieles del tren de la Standard Fruit Company. Su negocio sigue activo hoy como Baleadas Doña Tere.
Otro relato más folclórico cuenta que en Tegucigalpa, una mujer que sobrevivió a una balacera comenzó a vender el platillo, y su puesto fue apodado por los clientes como “el de la baleada”. Aunque esta historia carece de respaldo histórico, ha perdurado como parte del imaginario colectivo.
De los rieles a la gran pantalla y la música
La baleada ha cruzado fronteras culturales. En el cine hondureño, el filme Amor y Frijoles (2009) retrata a una joven que sobrevive vendiendo baleadas. En la música, el colombiano Aniceto Molina dedicó una canción al platillo tras una visita a Honduras en 2011, al igual que lo hizo el grupo hondureño Ébano.
Incluso en Guatemala, la baleada logró adaptarse: un hondureño introdujo el platillo en 1983 en Puerto Barrios, donde se popularizó con el nombre de “tortilla de harina izabalense”.
Celebraciones 2025: solidaridad, sabor y cultura
Este sábado 21 de junio, la fiesta gastronómica se vivirá a lo largo y ancho de Honduras, con actividades que exaltan no solo la baleada, sino también la diversidad culinaria nacional. Las ciudades de Tegucigalpa, San Pedro Sula, La Ceiba, La Esperanza, Gracias, Choluteca y Comayagua serán escenario de:
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Donación de baleadas en hospitales, asilos y casas hogares.
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Gira gastronómica junto a creadores de contenido internacionales, mostrando las distintas formas de preparar la baleada según la región.
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Lanzamiento de un video documental, que explora la evolución contemporánea del platillo sin perder su esencia.
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Homenaje a otros sabores catrachos como la sopa de caracol, el tapado costeño, las montucas, el pollo con tajadas y la carne asada con chismol.
Más allá de su preparación, la baleada se ha convertido en un emblema de identidad hondureña. Su accesibilidad, historia y sabor la colocan como un símbolo que representa al pueblo: resistente, creativo y profundamente arraigado en sus tradiciones.
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