Gracias a Dios, La Mosquitia. “Sabía que los estaba llevando al fracaso, el barco solo tenía capacidad para treinta personas y lo cargábamos con alrededor de sesenta. Me siento responsable de la muerte de tres misquitos pescadores de langosta. No pude hacer nada para salvarlos, es por eso que decidí retirarme”, expresó un excapitán marino que prefiere omitir su nombre.
Recordó cómo uno a uno, en tres distintos viajes, el mar les arrebató de la vida. Dos lograron llegar con vida hasta el hospital de Gracias a Dios, donde los ingresaron a la cámara hiperbárica por el Síndrome de Descompresión, quedando paralizados por el resto de sus vidas, confinados a una cama y en una silla de ruedas, hasta que murieron.
El excapitán aseguró que intentó buscar ayuda para sus compañeros en la alcaldía, organismos nacionales, políticos, pero no obtuvo fondos. Tampoco podía hacerse cargo de los gastos médicos. Así que simplemente los abandonó y, posteriormente, se enteró de que habían muerto.
Consumo de estupefacientes
El excapitán de barco, contó que es un secreto a voces que muchos de los pescadores consumen distintos tipos de droga en alta mar, para armarse de valor y adentrarse en profundidades desconocidas.
Se enfrentan no solo al riesgo de descompresión, sino a tiburones y peces meros, que ya han asesinado a varios buzos cuyos restos ni siquiera se han encontrado.
Los capitanes de barcos langosteros están en constante búsqueda de buzos misquitos en las comunidades más pobres del departamento de Gracias a Dios.
Buscan a jóvenes sin empleo. Por lo general, los botes pesqueros sobrepasan su capacidad, pues entre más trabajadores, mayor es la caza de langosta.
Inválidos
Según la Asociación Miskita Hondureña de Buzos Lisiados (AMHBLI), hay al menos 1,900 expescadores de langosta que están inválidos por el Síndrome de Descompresión.
Unos 2,000 afectados por las condiciones de trabajo extremas en los municipios de Ahuas, Brus Laguna, Wampusirpi, Juan Francisco Bulnes, Puerto Lempira y Ramón Villeda Morales.
Ante la situación, la diputada liberal por el departamento de Gracias a Dios, Erika Urtecho, aseguró que hasta la fecha son más los buzos que han quedado lisiados. «Van a seguir sumando más lisiados, pero lo más preocupante es que esas personas después no tienen cómo llevar el sustento a los hogares», lamentó.
Explicó que la problemática es amplia, ya que los pescadores no cuentan con los equipos necesarios para bucear en las profundidades. Aseguró que por eso ha pedido en reiteradas ocasiones que el Estado los apoye para que las personas puedan faenar con el equipo necesario.
Obligados
Los buzos denunciaron que en ocasiones son obligados a extraer las langostas de sus cuevas, sin dejar marcas para que parezca que los crustáceos han sido capturados con trampas.
En su mayoría, las langostas son vendidas a compañías en el exterior. Junto a organizaciones de derechos humanos han hecho reclamos a los gobiernos hondureños.
«Presenté un proyecto para reformar la Ley de Pesca, que desde hace más de 40 años no ha sido reformada, y que ahí se incluyera los derechos de los pescadores artesanales», indicó la diputada Urtecho.
Comentó que en la reforma también solicita que haya un hospital regional de pesca en el departamento de Gracias a Dios, pues ahí es donde están ubicados la mayoría de los pescadores. Asimismo, cuestionó que no exista una oficina regional de la Dirección General de Pesca y Acuicultura (Digepesca).
Demanda
En el 2004, una lista de 42 buzos presentaron una demanda contra el Estado de Honduras. Exigieron la regularización y supervisión de las condiciones en las que pescadores de langosta arriesgan su vida.
A pesar de esto, la demanda no se resolvió hasta el 2021, por lo que varios de los demandantes ya habían fallecido. Algunos familiares obtuvieron el beneficio, mientras otros aún siguen a la espera, según la AMHBLI.
Urtecho reiteró que, aunque el Estado reconoció su responsabilidad, hace como año y medio aproximadamente, algunos buzos todavía no reciben el dinero. «Esa demanda obliga al Estado a darle vivienda, becas a sus hijos y una serie de beneficios para resarcir el daño, pero esa demanda no se ha cumplido por completo», indicó.
Piden ayuda
Entre los pescadores que continúan esperando la ayuda del gobierno, se encuentra Hardy Ordóñez (39), quien desde los 16 años se dedicó a la pesca de langosta. Actualmente, es parapléjico debido a la descompresión por sumersión y, ahora, su esposa tiene que hacerse cargo de él y de su familia.
Ordóñez recuerda el momento que lo confinó a una silla de ruedas. Llevaba dos días y medio en altamar junto a su compañero que lo apoyaba desde un cayuco. Con oxígeno para 30 minutos, se sumergió a 140 pies, donde capturó bastantes langostas, pero al tratar de salir del agua su tanque se cerró.
«Estaba muy cargado, me faltaban siete minutos para salir a la superficie, tragué agua al tratar de respirar, cuando salí me tocaba el pecho, pero estaba paralizado, mi amigo me subió al cayuco», contó Ordóñez.
Descompresión
El hombre, en sus días inconscientes, nunca se olvidó del mar, dijo que para él fue como un sueño en el que escuchaba el sonido de las olas. Aunque la realidad era distinta, pues estaba en una sesión en la cámara hiperbárica en el hospital regional de Guanaja.
Tras algunos días de tratamiento logró recuperar la consciencia y la movilidad de la parte superior de su cuerpo, pero ya no volvería a levantarse por sí solo de una silla.
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