Redacción. El liderazgo efectivo exige un delicado equilibrio entre la confianza en las propias capacidades y la humildad para reconocer límites y aprender. El orgullo saludable es una cualidad esencial que impulsa a los líderes a asumir responsabilidades, tomar decisiones firmes y defender sus ideas.
Sin embargo, cuando este orgullo se transforma en soberbia, arrogancia o jactancia, el liderazgo se debilita, genera conflictos internos y puede conducir al aislamiento y la pérdida de credibilidad. Comprender la diferencia entre orgullo y soberbia es clave para desarrollar un liderazgo sólido, capaz de adaptarse, innovar y mantener la cohesión en equipos y organizaciones.
El peligro de la soberbia
El orgullo desmedido o hibris —como lo denominaban los antiguos griegos— ha sido tradicionalmente vinculado a la caída de líderes y héroes. Relatos mitológicos como los de Faetón, Aquiles y Belerofonte evidencian cómo la arrogancia extrema conduce a la autodestrucción y a la ruptura con el entorno.
En palabras de Eurípides, “los dioses primero vuelven loco a aquel a quien quieren destruir”, señalando cómo el exceso de orgullo puede nublar el juicio y provocar decisiones fatales.

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El orgullo como virtud del término medio
Aristóteles definió la virtud como el punto medio entre dos extremos y el orgullo no es la excepción. El orgullo moderado genera seguridad y serenidad, fundamentales para un liderazgo eficaz. Los líderes que poseen este equilibrio saben cuestionar, innovar y promover el trabajo en equipo sin caer en la cerrazón o el autoritarismo. Este tipo de orgullo fortalece la credibilidad y fomenta un ambiente productivo y colaborativo.
Humildad y apertura, aliados del liderazgo
El liderazgo también requiere humildad para fomentar la escucha activa, la aceptación de críticas constructivas y la disposición a replantear ideas. En diferentes contextos culturales, esta virtud se manifiesta de distintas formas, pero siempre contribuye a la toma de decisiones informadas y consensuadas. Controlar el orgullo evita reacciones impulsivas que dañan relaciones profesionales y permite construir confianza y respeto mutuo.
Consejos para un liderazgo equilibrado
Para mantener un liderazgo que combine orgullo y humildad se recomienda:
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Escuchar a los demás antes de expresar la propia opinión para estimular la participación y el debate.
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Solicitar consejos y valorar las críticas, especialmente cuando desafían las creencias personales.
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Revisar periódicamente las premisas básicas sobre el negocio y estar abierto a cambios.
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No tomarse demasiado en serio y manejar con madurez el orgullo personal.

El buen liderazgo se fundamenta en equilibrar un orgullo que impulsa y una humildad que enriquece. La soberbia, en cambio, aísla y merma la efectividad. Los líderes que alcanzan este balance están mejor preparados para enfrentar desafíos, promover la innovación y construir equipos comprometidos y resilientes.