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jueves, marzo 28, 2024

Opinión de Rodolfo Pastor: El final de Julieta pudo ser de otra manera (a Héctor M)

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Rodolfo Pastor Fasquelle, historiador y escritor.

Rodolfo Pastor Fasquelle.-¿Es que le apuesta a nombrar su sucesor? Alguna vez pensé y aun declaré que Julieta Castellanos era mi amiga y nunca puse en duda su competencia administrativa y su genuina condición de intelectual. (Si me comunicaron alguna expresión suya dudosa la atribuí a la distorsión que se produce frecuentemente en la intermediación de nuestras expresiones.) Muchos académicos de esa generación se quedaron sin el doctorado y no eran menos capaces por eso. Sin ufanarme de ello, contribuí a que le dieran un título honorífico y me sentí originalmente feliz de que llegase a la rectoría hace mas años de los que quiero acordarme, sin imaginarme la deriva que tomaría ese mandato. Que ya antes hace un puño de años –dije- que se había prolongado en demasía. Equivocó el camino. ¿Pudo ser de otra manera?

Muchos logros efectivos tuvo la gestión de Julieta en la Rectoría que pudo haberle salvaguardado un honroso lugar en la galería de sus pares. No solo, como a veces se dice, en la infraestructura que además es indispensable al progreso (difícil hoy hacer ciencia sin laboratorio) si no también con la materia prima que tenia, y el reconocimiento de los méritos de compañeras y compañeros con cuyo talento y esfuerzo la institución avanzó, claro que si, sobre lo heredado del FUUD. A Julieta misma le he encomiado que recogiera muchas de las funciones y del personal de la extinta Secretaria de Cultura, con que ha convertido a la UNAH en presencia ineludible en ese campo, por primera vez después de muchas décadas. Restauró la credibilidad institucional. Orgullo.

Espero pues porque es un requisito moral más que intelectual, mantener la objetividad indispensable para ser justo, no más. Y ningún académico serio debería de engañarse a si mismo al respecto.

El mas claro es el que sabe que no sabe y que no es neutro, el que recuerda que solo podemos conocer como sujetos. Igualmente quiero recordar de ante mano lo que vienen diciendo mis compañeros de generación desde hace un siglo, que la academia no debe aislarse, que no es buena practica universitaria recogerse en una torre, sea de marfil o de la rectoría y que la autonomía no equivale a reclusión. A nadie le conviene que la Universidad de todos se aísle del entorno político y de la deriva económica y social. Porque lo que no se puede no se debe. Y no se puede.

Como tampoco se pudo hacer Universidad contra los universitarios, contra la libertad de cátedra y de organización, de expresión. ¿Solo del estudiante es la intransigencia?

Por eso también a mi me han sorprendido grandemente los argumentos centrales con que hoy se quiere defender a Julieta y la defienden los pocos amigos y amigas que le quedan. El argumento de que el problema de Julieta, que se extiende a (y es) problema de la Universidad deriva de la influencia política en la Universidad, resulta de un supuesto sabotaje partidario. Y el  repudio oficial hondamente sectario específicamente contra una hipotética ingerencia de LIBRE en el profesorado como en el estudiantado organizado. Aunque supongo que ¿también se rechaza la influencia de algunos liberales que se han propuesto y apoyan la destitución de Julieta en el Congreso Nacional?

Nunca los partidos políticos, en Honduras ni en ningún lugar del mundo, han estado ausentes o alejados de las universidades que son en todas partes, centros de reclutamiento de cuadros y de formación de líderes profesionales. Jamás han podido las academias aislarse de las disputas ideológicas de las que precisamente son los mejores voceros y los árbitros mas creíbles.

Y eso tiene sentido porque quienes tienen al final que conducir los esfuerzos colectivos para resolver esos grandes problemas nacionales son los políticos. Históricamente, los líderes políticos connotados han sido también relevantes académicos.

Por citar solo hondureños fueron maestros universitarios Ramón Villeda y Moncho Cruz, famosos catedráticos Oswaldo Ramos y el gran Carlos Roberto Reina, como lo son hoy Edmundo Orellana…. E igual se han formado y refugiado los políticos estadounidenses en las grandes universidades y en la grandes bibliotecas y los mexicanos en El Colegio de México y sus extensiones…y todos los demás. Mas veleidad hay en la clica que en la filiación conocida.

Así pues, he leído varias veces sin entender el primer párrafo de un texto apologético de Leticia Salomón titulado la Crisis de la Universidad y el contexto electoral, en donde la misma gramática parece traicionar la confusión palmaria de las impresiones.  Me resulta rarísimo que se quiera mantener a una ciudadanía crítica y bien informada al margen de la vida cívica en un momento crítico. ¿Dónde y cuándo deben aprender los jóvenes a reclamar?

Pero si no fuera así, si para los fines de una demostración lógica, fuera cierto que, como dice Leticia, ella y Julieta y el oficialismo universitario representan un esfuerzo para aislar a la Universidad de las veleidades de quienes están en el poder  o buscan la reelección, y hay que exigir que el estudiantado renuncie a tomar una posición política especifica y estorbar que encienda sus antorchas, marche contra el autoritarismo, haga tomas y vocifere consignas, encauchándolos de ser preciso.

Si para conservar la autonomía de la universidad conviene que los partidos y los lideres políticos no se inmiscuyan. Claramente habría que haber comenzado por repudiar la incidencia y la interferencia continua del Partido Nacional. Como la del FUUD que todavía esta ahí enquistado y de Juan Orlando que fue quien puso a Julieta en la Rectoría. La hizo reelegir precisamente para legitimar el concepto de la reelección ilegal y la mantuvo ahí  contra incluso la voluntad de los universitarios de su partido, como ejercicio, demostración y ostentación de poder crudo. Incitándola a la réplica de esa práctica, si menos honesta y menos diestra que la suya.

Pastor y Julieta

Para al final quemarla también, porque en algún momento se la consideró un prospecto político de moderación y yo mismo la propuse. Hasta hace poco en privado Julieta se ufanaba del favor del gobernante. ¿Cuando empezó a creer que podía doblarles el brazo a los mejores? No ubico ese momento con precisión. Pero aquí esta ahora, Julieta completamente desquiciada. Ayuna de cualquier mesura y modestia, monstruosamente poseída de su propio engreimiento y soberbia. ¿Qué le paso? ¿Cuándo se perdió así?

Da pena ajena ahora verla escupiendo desprecio contra los universitarios que la repudian, acusándolos como delito de soñar. Porque soñar, soñaba el Abad de San Pedro y también el fundador (político a ultranza) de la Universidad original. Y apena igual leer a Leticia defendiéndola con tanta incoherencia cuando esta claro que ya no hay solución de continuidad. Es el final del juego.

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