Por Mario Berríos. -Con los primeros resultados oficiales del Tribunal Supremo Electoral, TSE, el pueblo hondureño ha dado su espalda al proyecto continuista de Juan Orlando Hernández, quien, con la perniciosa idea de perpetuarse en el poder, había estado maniobrando en diversos escenarios; sin embargo el candidato nacionalista ha escuchado en las urnas el grito que, desde los tiempos de Mel Zelaya, se ha escuchado repetidamente en nuestra sociedad: “¡alternabilidad en el ejercicio de la presidencia de la República y no a la reelección!
No podemos negar que el Presidente azul ha realizado cosas importantes en su gobierno, pero hacer su trabajo no le daba el derecho de ansiar afincarse en el poder. Juan Orlando Hernández a diario jugó contra sí mismo, mes tras mes se ganó la animadversión de diferentes sectores, de gremios profesionales, estudiantes, médicos, trabajadores de la industria y comercio, incluso del empresariado, a quienes ha tratado con desdén.
JOH, mirando por encima del hombro quienes producen en este país, a los que tributamos, apostó por otro lado al voto rural, donde ejerce el sufragio mucho compatriota necesitado, apostó al hambre de miles de campesinos y agriculturas en zonas donde hoy no se ve producción, solo miles de manzanas de tierra inculta. En diversos sectores marginales a punta de bolsa solidaria, fogones, cemento, láminas intentó sumar, pero despilfarró millones en los movimientos masivos de él y sus allegados, para llegar a cada ciudad a desarrollar las caminatas.
A medida pasaba el tiempo JOH sacaba las uñas de forma dictatorial, llegando a perseguir a observadores internacionales y a poner bozal a la libertad de expresión, medidas propias de gobiernos dictatoriales. El pueblo observó con detenimiento también la alta corrupción de las cúpulas nacionalistas en estos últimos dos gobiernos de Pepe Lobo y del propio JOH, no nos tragamos el cuento de que estaban haciendo luchando contra los narcos, pues esa persecución penal en suelo hondureño la ha realizado la justicia norteamericana.
Sabidos en La Alianza del fraude montado desde el campamento azul, hicieron despliegue de sus correligionarios para minimizar y neutralizar el impacto del fraude. Todos fuimos testigos del amedrentamiento contra la población que, pacíficamente y en desbordantes masas, se movilizaba a ejercer el sufragio. En las rutas, ejes carreteros, caminos y avenidas, tanquetas con ametralladoras y soldados listos para disparar no era una fuerza disuasiva contra los criminales, sino un dispositivo de amedrentamiento a los antojos y caprichos del gobernante nacionalista. La vacilación del TSE para dar primeros resultados ha sido evidente, estaban en shock y se les dificultaba cumplir su rol, so pena de ser señalados por la mano del presidente Juan Orlando Hernández, tal como en su mandato lo ha hecho en contra de empresarios, personalidades e intelectuales. Parte del montaje para conservar el poder a costa de que sea, ha sido la estrategia de medios (y de miedo) tarifados, en contubernio con encuestadoras, prestos a engañar a la población haciendo querer ver —en las primeras horas— a JOH como vencedor.
Salvador Nasrrala y Mel Zelaya estratégicamente movieron sus piezas brindando declaraciones y números contundentes; para cuando amaneció el lunes 27 de noviembre, las cartas estaban tiradas: Salvador Nasrrala es el presidente electo. Y a JOH poca oportunidad le queda para usar la fuerza a su favor utilizando a las Fuerzas Armadas actuales, complacientes y fieles con él.
Gran respaldo y alivio ha causado asimismo el apagón de ojo de Luis Zelaya, al dar declaraciones avalando el triunfo de Nasrrala y Mel con palabras firmes y contundentes: ¡Fuera JOH!
El triunfo de Nasrrala y Mel Zelaya, este último maduro políticamente y hábil, es incuestionable. Pero el pueblo debe permanecer atento hasta que JOH termine su gobierno y no permitir maniobras oscuras, pues las aspiraciones continuistas están latentes y bastará una excusa para crear el caos y perpetuarse en la silla presidencial…
