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viernes, abril 19, 2024

Nuevos mensajes eternos pueblerinos

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Félix Ovidio Cubías

Esa fiesta que aún se realiza con expresión de pueblo campirano, en las villas, aldeas  y caseríos donde un campesino sin tierra propia, labra el campo y disfruta de tamales y chicha, vino de coyol, limonada y cususa, alfeñiques y totopostes,  dulce de panela, chancaca en náhuatl, ticucos y pozole, acompañado de guitarras, acordeón y mandolinas interpretando cantares de nuestros ancestros, con mensajes contestatarios, de protesta y también de ternura, amor y pasión con sentimientos puros y nobles donde la simbiosis de la letra y la música se hermanan para no caer en la vulgaridad y la deformación cultural, como sucede en la mayoría de las interpretaciones musicales modernas que no tienen respeto y consideración para nadie.

Con presencia y algarabía de juventud sana y noble, con rostros  teñidos por el rayo madrugador y vivificante del astro rey acuden a la plaza en sus fiestas patronales para mirar embelesados las siluetas de las muchachas con sus encantadores senos primaverales llenos de vellos de duraznos, naturales, sin silicona, quienes hacen alarde de sus hermosas sentaderas capaces de irritar y revivir las neuronas y los instintos ya disipados de las personas de la cuarta edad porque al andar se aprecia un rítmico y cadencioso zangoloteo que hace que al mismo Lucifer se escandalice y reniegue de su desgraciada y desventurada existencia como el General de División de nuestras gloriosas, que carga orgulloso en su charretera 10 estrellas de plomo, metal preferido por los criminales.

Así se percibe la extraña algarabía pueblerina con olor a garrapata y mozote, a elote tierno, a sudor desperfumado, con el guarizama, la jícara y el azadón al ristre listo para la labor de labranza del día siguiente, pero ahora con vientos de dignidad y calidad en un nuevo despertar, en franca alabanza a la vida, al Dios de lo pueblos, al Dios bueno,  ese,  que no tiene tesoreros que recauden limosna en su nombre, nó, al Dios de los pastores y cardenales del Siglo XXI, con vestiduras de oro y cuentas millonarias en los paráisos fiscales, éstos son los mismos que han rociado de agua bendita la espada y el fusíl que sirven para segar vidas inocentes en toda época y en todas  partes del planeta.

El nuevo mensaje de las fiestas pueblerinas es un himno a la vida, al porvenir, a la esperanza y la paz, a la convivencia pacifica, al amor, al futuro luminoso y a los cambios y desde luego a la nueva Patria que será de todos y para todos, que no tendrá a diputados como padres y como madres a una España que hace cinco siglos inundó de escoriá humana nuestra américa virgen. Hablamos de una Patria sin ataduras, sana, sin pestes, como las que tranjeron los viejos violadores de la conquista y los modernos violadores de las compañías fruteras, hablamos de una Patria sin miserias, sin niños indigentes, donde todos contentos y felices puedan esparcir las generosas semillas del Dios maíz, el trigo y el frijól, además de las semillas del saber en la escuela y el libro, donde las bellas artes, la poesía y la música, la pluma y el talento en el yunque podamos forjan lo imprescindible la conciencia ciudadana que nos permitirá ser libres.

Las batallas exitosas contra la injusticia se impondrán y una nueva alborada permitirá las condiciones para el disfrute pleno  de lo que hay de bondadoso en el género humano y en la naturaleza junto al trabajo creador, que edifica, construye y que inmortaliza. Eso será lo que permitirá llegar al goce en su máxima expresión, lo exelso en una categoría elevada, que sea una garantía para las presentes y futuras generaciones  para un futuro felíz a la que desde luego los pueblos tienen derecho y donde cabemos todos los que hemos luchado para el logro de ése derecho.

Así de real….. Así de claro…. Como el agua de los pocos manantiales que aún quedan.

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