Estados Unidos. En el corazón de Nueva York, la desconexión digital se ha convertido en un lujo codiciado. Hoteles, cafés y estudios de bienestar ofrecen experiencias sin pantallas, donde el silencio y la privacidad reemplazan al Wi-Fi y las notificaciones como símbolos de estatus, informó Infobae.
Espacios como las “quiet floors” del Wythe Hotel en Brooklyn eliminan televisores y conexión a internet en sus habitaciones. Otros, como The Lowell y Shou Sugi Ban House, proponen estancias “screen-free” para quienes buscan refugio de la tecnología.
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La tendencia no se limita a Nueva York. En Londres, el Zedwell Hotel ofrece retiros similares. París y Tokio también cuentan con alojamientos que priorizan la ausencia digital sobre la conectividad constante. El fenómeno, según Infobae, se consolida como una corriente internacional que privilegia la calma y la presencia.
Cafés como Ground Central y Blank Street Coffee delimitan zonas libres de ordenadores portátiles. Establecimientos de bienestar, como The Mindful Studio NYC y Still House NY, incorporan mindfulness y silencio como servicios exclusivos. Oficinas sensoriales como The Dreamery by Casper y Nap York combinan descanso y aislamiento acústico, ofreciendo refugios en medio del bullicio urbano.
El auge responde a una demanda creciente. Según Pew Research (2024), el 70% de los adultos sufre saturación tecnológica. El mercado global del turismo de bienestar superó los 800,000 millones de dólares. La conexión constante dejó de ser un símbolo de éxito para convertirse en agotamiento. Ahora, la aspiración se centra en tiempo propio, calma y privacidad.
¿Qué actividades se incluyen en esta modalidad?
Estos retiros urbanos eliminan deliberadamente los estímulos digitales. Habitaciones y áreas comunes carecen de pantallas, relojes y Wi-Fi. En algunos lugares, los móviles se guardan a la entrada. Las actividades incluyen meditación guiada, lectura física, escritura manual y experiencias multisensoriales en ambientes con iluminación cálida, materiales naturales y aromas sutiles.

“Un detox digital implica reservar un tiempo intencional para alejarse de las pantallas… En lugar de sentir ansiedad por la próxima notificación, se vive más en el presente”, señala un artículo sobre retiros de desconexión digital.
El atractivo de estos espacios va más allá de lo individual. El silencio se convierte en una resistencia a la hiperactividad urbana y a la sobrecarga informativa. Desde lo psicológico, la desconexión permite reconfigurar la atención y reconectar con el presente. Dunford comentó al New York Post: “Al principio, muchos encuentran difícil no tener acceso a la tecnología. Pero tras 48 horas, los huéspedes celebran recuperar sus teléfonos o simplemente muestran indiferencia”.
Aun así, el nuevo lujo enfrenta retos. Mantener la oferta de “ausencia” en una economía digital resulta complicado. Existe el riesgo de que se vuelva una moda superficial. Además, la equidad es limitada: solo quienes pueden costearlo acceden a estos espacios de calma, reforzando la exclusividad del bienestar urbano.
Empresas como Digital Detox Retreats y Offtime Network expanden la idea a otras ciudades, adaptando el concepto a una sociedad que busca reconectarse consigo misma lejos del ruido digital.



