Redacción. Erika, viuda del activista conservador estadounidense Charlie Kirk, reveló que guarda consigo una medalla ensangrentada que su esposo llevaba el día en que lo asesinaron.
En una entrevista con The New York Times, compartió detalles sobre los momentos que han conmocionado a la opinión pública en Estados Unidos.
Entre ellos, relató que conserva una medalla de San Miguel, la misma que los médicos retiraron del cuello de Kirk mientras intentaban detener la hemorragia. De acuerdo con el Times, el colgante aún tiene restos de sangre.
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Le pidió que usara un chaleco antibalas
Erika Kirk, quien fue coronada Miss Arizona, recordó que la noche anterior al asesinato le rogó a Charlie que usara un chaleco antibalas. Él se negó, confiado en las medidas de seguridad previstas para su intervención en Utah.
Cuando Erika llegó a Utah, el sheriff del condado la recibió en el hospital. Ella pidió ver el cuerpo, pero el oficial se lo desaconsejó al explicarle que la bala había destrozado el cuello de su esposo. “Con el debido respeto —dijo Erika—, quiero ver qué le han hecho a mi esposo”.

«Tenía los ojos entreabiertos. Y tenía una media sonrisa cómplice, como la de la Mona Lisa. Como si hubiera muerto feliz. Como si Jesús lo hubiera rescatado. Llegó la bala, parpadeó y estaba en el cielo», declaró Erika Kirk al The New York Times.
Cuando le preguntaron por el presunto asesino, Tyler Robinson, Erika respondió: “Mucha gente me ha preguntado: ‘¿Sientes ira hacia este hombre? ¿Quieres pedir la pena de muerte?’. Seré sincera. Le dije a nuestro abogado que quiero que el Gobierno decida esto. No quiero la sangre de ese hombre en mi historial. Porque cuando llegue al cielo, Jesús me dirá: ‘¿Ojo por ojo? ¿Así es como lo hacemos?’. ¿Y eso me impide estar en el cielo, estar con Charlie?», sentenció.
También comentó que ha hablado dos veces con Donald Trump desde el atentado. “Charlie era como un hijo para él”, afirmó. “Y cuando el presidente me dijo: ‘Dinos cómo podemos apoyarte’, le dije: ‘A mi esposo le encantaba conversar con usted y utilizarlo como su asesor para todo tipo de cosas. ¿Podríamos seguir así?’. Y él respondió: ‘Por supuesto’”.
Según Erika, la conversación fue cercana y reconfortante. “El tono del presidente era suave y acogedor. Se notaba que quería abrazarme”, concluyó.


