Redacción. Unos cinco aviones de combate de Estados Unidos sobrevolaron durante varias horas las costas de Venezuela este jueves, en medio de crecientes tensiones en el mar Caribe.
Según el sitio de seguimiento de aeronaves Flight Radar, se trató de dos Boeing EA-18G Growler y tres Boeing F/A-18E Super Hornet, desplegados frente a Caracas como parte de operaciones militares de alto nivel.
El Boeing F/A-18 Super Hornet es un caza multifunción diseñado para operar desde portaaviones, capaz de cumplir misiones de superioridad aérea, ataque terrestre, reconocimiento y guerra electrónica.
Por su parte, el EA-18G Growler está especializado en guerra electrónica, equipado para interceptar, bloquear y neutralizar radares y comunicaciones enemigas, lo que permite suprimir defensas aéreas adversarias.
Este despliegue se produce horas después de que el ejército estadounidense anunciara un ataque contra una embarcación acusada de tráfico de drogas en el Pacífico oriental. El ataque dejó cuatro muertos.
Operaciones de EEUU
La acción se enmarca en las operaciones de EE. UU. contra el narcotráfico en Centroamérica y coincide con la decisión de la Cámara de Representantes de rechazar restricciones al uso de la fuerza militar por parte del presidente Donald Trump contra los cárteles.
Trump defendió estos ataques, afirmando que resultan necesarios para frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos. Además, insistió en que no necesita autorización del Congreso para realizar bombardeos sobre objetivos vinculados al narcotráfico en Venezuela.
Al mismo tiempo, advirtió que el país comenzará pronto a realizar ataques sobre “objetivos terrestres” en el territorio venezolano.
Le puede interesar: Venezuela podría detener su producción petrolera por sanciones de EEUU
El presidente estadounidense exigió que Venezuela devuelva los activos petroleros. Según él, las autoridades venezolanas los incautaron a compañías estadounidenses durante la nacionalización de la industria petrolera.
Trump vinculó estas disputas con el tráfico de drogas y calificó las nacionalizaciones como “el mayor robo registrado de riqueza y propiedad estadounidense”.
