Redacción. El testimonio de un hondureño identificado como Gerson volvió a poner en evidencia el clima de violencia que enfrentan miles de familias en Honduras. En un pódcast internacional, el joven relató con voz entrecortada el proceso que lo llevó a abandonar su país de forma abrupta, impulsado por una cadena de tragedias y amenazas que marcaron su vida para siempre.
Su historia comienza en el barrio donde creció, un lugar que, según relató, se convirtió en terreno fértil para la expansión de estructuras criminales. Fue allí donde una pandilla local intentó reclutar a su hermano menor, presionándolo en repetidas ocasiones para que se integrara a sus filas. El joven se negó rotundamente, una decisión que terminó costándole la vida. Días después del rechazo, fue atacado y asesinado, dejando a la familia sumida en un profundo dolor.
“Era más que un hermano; era mi compañero de vida”, expresó Gerson mientras relataba uno de los momentos más difíciles que ha enfrentado.
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El impacto emocional no terminó allí. Durante el sepelio, su madre sufrió un infarto, afectada por la angustia y el shock del asesinato. La familia, aún sin reponerse, quedó expuesta a nuevas agresiones. Gerson denunció ante las autoridades lo sucedido, buscando justicia. Sin embargo, esa acción desencadenó más riesgos: recibió un papel en la puerta de su casa exigiéndole abandonar el barrio en 24 horas.
Según explicó, las pandillas no solo exigen cuotas extorsivas a comerciantes y residentes, sino que ejercen control mediante amenazas que alcanzan incluso a niños y adolescentes. La situación se agrava, dijo, por la supuesta complicidad de ciertos miembros de instituciones públicas que colaboran con grupos criminales, alimentando el miedo y el silencio entre los habitantes.
Consciente de que su vida y la de su familia corrían peligro inminente, tomó una decisión desesperada. Se reunió con su esposa, habló con su expareja para garantizar la seguridad de su hija y partió del país con apenas una mochila, dejando atrás todo lo que conocía.
