Redacción. Honduras es un país donde la igualdad de género es un objetivo aún lejano, pues se siguen registrando alarmantes cifras de mujeres que viven con la pesada carga del desempleo.
A pesar de los avances en políticas públicas y los esfuerzos internacionales por reducir la brecha de género, las hondureñas siguen enfrentando obstáculos significativos para acceder al mercado laboral.
Según las últimas proyecciones de la Empresa Privada (Cohep), del total de mujeres en edad de trabajar (mayores de 15 años) únicamente solo el 40 % tiene participación en el mercado laboral.
La Empresa Privada lamentó que este es el segundo año consecutivo en el que registra una disminución en la fuerza de trabajo a nivel general para las mujeres hondureñas.
En 2023 había 1.4 millones de mujeres empleadas, de las cuales el 75 % se concentran en cinco sectores clave de la economía. Sin embargo, estos sectores también reflejan las dificultades del mercado laboral femenino.
La tasa de desempleo femenino en el país es considerablemente más alta, lo que refleja una realidad compleja, la discriminación estructural, la escasa oferta de trabajos adecuados para ellas y la persistente violencia de género, que limita su acceso a oportunidades económicas.
Desempleo en mujeres
Actualmente, el 8.8 % de las mujeres están desempleadas, lo que representa más de 131 mil personas. En comparación, los hombres tienen tasas de desempleo más bajas, incluso entre los jóvenes, según la Empresa Privada.
Además, entre las mujeres desempleadas, el 17 % posee educación superior. Mientras
que en los hombres solo el 9 % con estudios superiores está desempleado.
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Las mujeres que logran encontrar trabajo se enfrentan a condiciones precarias, sueldos bajos y una alta informalidad laboral. Esto las coloca en una situación de vulnerabilidad constante, sin derechos laborales ni prestaciones sociales, lo que incrementa su dependencia económica y refuerza la desigualdad.
El desempleo no solo es una crisis económica, sino también una crisis de derechos humanos.
Las mujeres son las que más sufren las consecuencias de este panorama, ya que muchas veces se ven obligadas a asumir múltiples roles dentro de sus hogares, como cuidadoras y responsables de la educación de los hijos, lo que, en muchos casos, las lleva a sacrificar sus aspiraciones profesionales.
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