Redacción. A pesar de haber nacido con una discapacidad motora, Merlín Miranda desbordaba entusiasmo y gratitud. Siempre decía con firmeza que su condición tenía un propósito divino.
“Ya Dios me mandó así, es un propósito para Él”, expresó en un video, dejando claro que no había espacio para el resentimiento o la tristeza. “Agradecido con Dios siempre”, recalcaba.
Su forma de ganarse la vida también era un fiel reflejo de su carácter. «La verdad yo no pido, sólo paso y las personas me regalan», comentó en una ocasión. Su presencia en las calles de San Pedro Sula era familiar para muchos conductores, quienes solían extenderle la mano en señal de ayuda.
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Humildad
Un video que circula en redes sociales lo muestra sobre su patineta, desplazándose con agilidad y cruzando la calle con destreza para acercarse a los vehículos. Su humildad era evidente cuando le preguntaban cuánto aceptaba: “Si un peso me da, se lo acepto”, decía con sencillez.
En una de esas interacciones alguien le entregó 1,500 lempiras, un gesto que Merlín recibió conmovido y con un propósito claro: “Esto lo ocupo para mi mamá, para comprar comida”, expresó, demostrando una vez más el profundo amor que sentía por su familia.
La muerte de Merlín en un accidente vial en la colonia Tepeaca, en San Pedro Sula, ha conmocionado a muchos y dejó un vacío profundo en su familia y en la comunidad. Su patineta, más que un medio de transporte, era una extensión de su espíritu libre, un símbolo de su valentía y de su forma de encontrar alegría incluso en medio de la adversidad.

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