Redacción. Las hijas de Juan Ramón Matta Ballesteros, hondureño extraditado a Estados Unidos en 1988, manifestaron este martes su preocupación por el estado de salud de su padre, quien se encuentra preso en el extranjero.
«Cada año (…), volvemos a revivir esos momentos (en que se llevaron a mi padre). Este año, lo siento más doloroso por la situación médica de mi padre», dijo María Isabela Matta en un foro televisivo.
Explicó que su «padre ya es un hombre que tiene 80 años y el estado de salud de él, en este momento, es… crítico. Él está postrado en una cama, no se levanta, pasa todo el día dormido».
«Mi padre tenía unas hernias cervicales y lo operaron de las rodillas; después de esa cirugía, él no tuvo la rehabilitación adecuada (…) y quedó en una cama. Él está, en este momento, en una cárcel hospital», externó.
María Matta agregó que: «(a mi padre, por estar acostado,) le ha ocasionado una llagas en el área del sacro, al punto de llegar a una osteomielitis, que es una infección en el hueso».
En ese contexto, solicitó que «le sea aplicado el tratado de Estrasburgo, que consiste en que el preso pueda venir a su país de origen, ya sea a terminar su condena o regresar».
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Poca comunicación
La hija de Matta también denunció que tienen poca comunicación con él. «Durante 37 años que lleva mi papá en Estados Unidos, sólo ha tenido visita consular durante el gobierno de Mel Zelaya y, ahora, con Xiomara Castro», añadió.
«La poca comunicación que tenemos, nos tiene es una desesperación porque no sabemos que va a pasar (con mi papá)», indicó Claudia Matta, la otra hija del hodureño.
Finalmente, las hermanas aseguraron que la captura de su padre fue de manera ilegal. «Lo acusaron y lo condenaron ilegalmente. Al estar mi padre ilegalmente en Estados Unidos, nunca tuvo que haber sido juzgado. Todo se dio de una forma ilegal», agregaron.
Matta
Matta Ballesteros nació el 12 de enero de 1945 en Tegucigalpa, Honduras. Es una de las figuras más notorias en la historia del narcotráfico internacional. Se le atribuye haber establecido conexiones clave entre el cartel de Medellín en Colombia y el cartel de Guadalajara en México durante los años 70 y 80, lo que facilitó enormemente el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos.
Además de su papel en el narcotráfico, lo vincularon con el secuestro y asesinato del agente de la DEA estadounidense Enrique «Kiki» Camarena en 1985. A pesar de su implicación en actividades criminales, mantenía una presencia pública en Honduras como empresario y filántropo.
En 1988, fue capturado en la capital hondureña por agentes estadounidenses y extraditado forzosamente a Estados Unidos, país donde fue condenado por varios cargos, incluidos narcotráfico y su participación en el asesinato de Camarena. Actualmente cumple cadena perpetua en una prisión federal en Estados Unidos.
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