Hay consternación en el mundo por la matanza escenificada en París, a manos de grupos terroristas del Estado Islámico, con un saldo de 129 personas fallecidas, 350 hospitalizadas y, de éstas, 99 en estado de gravedad.
De acuerdo con la policía francesa, tres equipos de terroristas, cuyos individuos portaban armas rusas e iban con explosivos en la cintura para la autoinmolación, coordinaron cuidadosamente la triple masacre en un perímetro que incluyó al Estadio de Francia, el teatro Bataclán y el restaurante Le Carillon. También se dice que, en palabras de los terroristas, hubo alusión a Siria e Irak.
La policía gala informa, además, de 7 terroristas muertos –por autoinmolación o abatidos a tiros—, que otros dos han huido y que se encontró un pasaporte de un refugiado sirio. Puede verse, de esta manera, un cuadro sugestivo, relacionado, por supuesto, con el monstruoso conflicto bélico desatado en Oriente Medio, del que este espantoso episodio sería una grave señal de lógica ampliación.
Así puede colegirse por el contenido del comunicado del Estado Islámico, con el que confirma su autoría del múltiple atentado, que en la parte medular advierte:
“Francia y aquellos que siguen su camino deben saber que siguen siendo principales objetivos del Estado Islámico por haber insultado al Profeta y por haber golpeado a los musulmanes en el Califato con sus planes que, como se ha comprobado, no les han ayudado en sus heridas y dolorosas calles. Este ataque es solo el comienzo de una tormenta y una advertencia a aquellos que les gusta impartir lecciones por el mundo”.
El presidente Hollande, de Francia, ha sentenciado: “¡Seremos implacables!” Inmediatamente después, el presidente Obama, de Estados Unidos, ha declarado que trabajará junto con Hollande para castigar a los responsables. De modo similar han reaccionado los cancilleres de Alemania y Gran Bretana, Merkel y Cameron. Tal parece, en síntesis, una formalizada declaración de lo que el Sumo Pontífice Francisco ha sugerido como una tercera guerra mundial en curso.
El panorama, en verdad, no podría ser más sobrecogedor en “un mundo para todos dividido” como lo sentenciara nuestro poeta Roberto Sosa. La situación horripilante de millones de seres humanos desplazados, de cientos de miles de refugiados –niños, ancianos, mujeres y hombres– que vagan muertos de hambre, de frío, casi desnudos, enfermos, sin encontrar asilo ni cobijo en los países y gobiernos responsables de esta tragedia, que, día a día, cobra sus muertos en este último genocidio.
La masacre ocurrida en Francia enluta al mundo entero. Nos solidarizamos con el pueblo francés y con los familiares de las víctimas, todas ellas indefensas e inocentes. También compartimos el dolor de todos aquellos que sufren las consecuencias de esta hecatombe de lesa humanidad, de la que, para mayor angustia y desolación, no se vislumbran perspectivas de paz, sino, por el contrario, nuevos y más terribles capítulos de deshumanización.
