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viernes, marzo 29, 2024

LA ENTREVISTA – Hilda Caldera: “Alfredo quería morir a mi lado, y murió en mis brazos”

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TEGUCIGALPA, HONDURAS.  La cita era para las 10:00 de la mañana en el edificio A1 de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Llegué minutos antes, esperé durante un rato, después de pasado un breve tiempo, apareció doña Hilda Caldera.

Estuvimos buscando un lugar dónde conversar. Después de caminar por un rato, decidimos quedarnos en una banca ubicada frente al edificio del Alma Mater.

Su nombre completo es Hilda Emperatriz de la Asunción Caldera Tosta. Es la tercera de tres hijos, nació en Caracas, Venezuela en 1957.

Contó que tuvo una niñez muy bella. También dijo que “mis padres siempre se preocuparon por todos nosotros para que tuviéramos la mejor educación. Estudié en los mejores colegios, colegios caros, un colegio de monjas”.

Luego, doña Hilda pasó a estudiar en el Liceo Militar Jaure, en ese instituto su padre era el director. Como se ha caracterizado durante su etapa escolar, doña Hilda sobresalió siempre en sus estudios.

Al mismo tiempo, dijo que también fue deportista. Además, es una apasionada de la lectura. “Desde niña mi gran pasión fue la lectura y el deporte, pero me gusta profundizar, me gusta las raíces de las cosas”.

Desde muy pequeña sentía pesar por las personas que estaban en desventaja. “Me conmovían, me afectaban, quería hacer algo por los demás, yo cuando podía ayudar, ayudaba a alguien, lo ayudaba o yo me hacía amiga de los que no tenían amigas”.

Desde joven se consideró una mujer inquieta, muy libre de pensamiento. A ella le gustaba salir con sus amigos, conocer, ella era una mujer “llena de vida”.

Doña Hilda aseveró que el hecho de ser mujer siempre la limitó porque su papá le decía “no, tú no vas a salir sola, tienes que salir con tus hermanos».

“Yo salí muy temperamental, salí muy de la vida, muy de gozar la vida, de explorar el mundo. Soy una aventurera me gusta la aventura de todo”, dijo doña Hilda.

«Siempre inquieta con los aconteceres sociales»

Al consultarle sobre su juventud, doña Hilda dijo que “siempre fui inquieta con los aconteceres sociales. Yo era de causa, por algo me meto a estudiar Sociología”.

Cuando ella estudiaba Sociología, estaba la Guerra Fría, se encontraban los del este con el oeste, los del capitalismo versus el socialismo. Pero a pesar de ver esas teorías del marxismo, a ella nunca le gustó. Incluso, dijo entre risas: “qué cosas ser sociólogo y no ser de izquierda, pero yo tampoco soy de derecha”.

Después de conversar acerca de su infancia y su juventud, comenzamos a hablar acerca de cómo conoció al amor de su vida, don Alfredo Landaverde.

A continuación, las preguntas y respuestas de doña Hilda:

¿Cómo conoció a don Alfredo Landaverde?

Yo a él lo conocí en la biblioteca del Instituto de Formación Demócrata Cristiano de Venezuela, él era un hombre muy estudioso como yo. Pertenecíamos al mismo partido, yo como lo miraba tan solo, pues yo le decía que me acompañara en mis investigaciones de Sociología

Yo caminaba con el de un lado a otro investigando, haciendo estudios de campo. Yo en ese momento estaba estudiando a los militares en América Latina.

El me acompañaba a todos los sitios, no tenía nada con ese señor, ni me agradaba, ni me gustaba, pero después teníamos demasiada afinidad, porque a mí me encanta el arte, y a él también, a mí me encantaba el cine francés e íbamos al teatro.

También íbamos a las cosas del partido juntos, porque los dos éramos del Partido Demócrata Cristiano, entonces hicimos una gran amistad.

¿Cómo comenzó ese acercamiento con don Alfredo?

Él todos los días iba a la biblioteca él iba a buscar libros o a preguntar cosas, entonces yo era la bibliotecaria, tenía que atenderlo, tuve que acostumbrarme y me preguntaba de los nuevos libros. Entonces por todo eso yo lo empecé a ver como a una persona a fin a mí.

Lo empecé a ver como un hombre con el cual nunca me aburría, nosotros cuando nos juntábamos teníamos tantos temas de que conversar, teníamos sueños, teníamos mucha afinidad para soñar juntos. Poco a poco lo mirando, se fue creando una atracción muy grande.

Él después de algún tiempo volvió a Honduras ¿Mantuvieron alguna comunicación?

Yo por él no sentía nada, pero cuando él ya se venía para Honduras se desataron otros sentimientos. Alfredo estuvo viviendo por dos años en Honduras, él me mandaba algunas postales, siempre hubo comunicación.

Alfredo iba cada tres meses a Venezuela, entones nosotros nos volvíamos a ver, cada vez que iba, viajábamos, recorríamos el país, pasábamos en actividades culturales, así fuimos afianzando lo que considero que es un gran amorío y una gran pasión, porque nació en el contexto de interés compartidos de los sueños.

De mi hacia él nació una gran admiración, una gran amistad, cariño, una admiración mutua de tanto conocernos.

¿Después de esos encuentros que usted tenía constantemente con don Alfredo, cuándo deciden comenzar una relación?

Después de todo eso, decidimos que sí, él estaba separado de su esposa, él no tenía una relación regular con su primera esposa, por eso yo respetaba mucho a Alfredo, al tiempo de estar en Venezuela, él me dijo que se iba a separar, él se fue de su casa. Con el tiempo Alfredo me dijo que nos casáramos, yo dije que sí, porque nosotros ya nos habíamos dado cuenta que no podíamos vivir el uno sin el otro, que no era la misma alegría, que la vida no era la misma.

¿Cuánto tiempo pasó después que don Alfredo le propusiera matrimonio?

No paso mucho tiempo, recuerdo que nos venimos a casar a Honduras con Alfredo en 1981. Mi madre me acompañó.

Usted vio denunciar a su esposo la impunidad y corrupción que existía en el país, ¿En algún momento usted le pidió hablar de otro tema?

Yo a Alfredo lo vi denunciar solo, una lucha totalmente en solitario contra el narcotráfico, la impunidad, la corrupción en Honduras. Alfredo era de grandes pasiones, la lucha que él había tomado, fue una lucha comprometida, él decía que, si nadie habla, yo lo voy a hacer.

Nosotros a él le decíamos que dejara eso, que buscara otros temas, pero él siguió insistiendo y tuvimos que respetar esa decisión, Alfredo tenía una misión en la vida, Alfredo se sentía impotente, se sentía solo, por eso siempre denunció en solitario buscando despertar conciencia.

¿Qué fue lo primero que pensó usted cuando vio a su esposo morir?, ¿cuál fue su primer pensamiento?

Cuando le disparan, también me disparan a mí, Alfredo murió en mis brazos, yo lo vi morir, como cambió de color y en ese momento yo entendí, que yo nunca lo podía dejar solo, eso lo supe desde que murió, uno sabe lo que tiene que hacer.

En ese momento el corazón me dijo que no podía llorar por mí, porque mi esposo lo había dado todo, no le habían hecho caso; como que yo buscara sentimientos de compasión para mi persona.

¿Considera usted que la Policía Nacional esté involucrada en el asesinato de don Alfredo?

Yo soy de las pocas personas que cree que la Policía está detrás de todo esto, había un miedo, un terror, nadie hablaba nada; es ahí cuando empieza la historia de la fundación Landaverde.

Después del asesinato de mi esposo, se juntaron varias personas para que fundáramos una fundación, todo mundo se unió, había muchos asesinatos.

Doña Hilda, ¿en qué medida le afectó la pérdida de su esposo?

Es como un luto, uno tiene un luto y el luto mío, fue buscar justicia, porque no es lo mismo morir ahorcado o que uno se mate a sí mismo, o porque te mueres de una enfermedad, la muerte – cuando es un asesinato – sabes que hay una persona que te hizo un mal, la primera reparación fue buscar el culpable.

Durante todo este tipo he tratado de buscar justicia en el Ministerio Público, hemos ido a tantos sitios. Yo he ido a todos lados, hasta a la Maccih, al Conadeh, hemos ido a todas las instancias a buscar justicia para Alfredo.

¿Qué es lo que le ha dado vida a doña Hilda?

La labor de buscar justicia para Alfredo me ha dado vida, ya que a él lo mataron, pero no lo silenciaron, silenciar su testimonio nunca va a pasar.

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“Él era un hombre realmente profundo”

¿Cómo es el recuerdo que usted tiene de su esposo?

Yo lo recuerdo como el hombre con el cual podía compartir, el hombre con el cual compartía de todo. No solo compartía, sino que acogía, él me escuchaba. Alfredo me acompañaba, siempre me daba su opinión. La inteligencia de Alfredo era algo extraordinario.

Además, era un hombre totalmente universal, con él se podía conversar de cualquier tema, era realmente un autodidacta. Él era un hombre realmente profundo, siempre que decía algo era razonado, sensato, inteligente.

¿Qué es lo que más extraña de don Alfredo?

Lo que más extraño de él es su compañía, él era la otra parte de mi vida, extraño de Alfredo sus conversaciones, jamás nos aburríamos; era una situación muy linda porque siempre pasaba entretenida, siempre teníamos alegrías, esperanzas y felicidad de estar juntos.

Nosotros no éramos una pareja perfecta, tuvimos nuestro fracaso como matrimonio, pero lo supimos llevar, lo afrontamos; y salimos adelante como toda pareja que tiene sus problemas.

Alfredo me decía “yo quiero morir a su lado”, eso me lo dijo él. Al tiempo me puse a revisar papeles y encontré una carta donde él me dijo eso, y así murió, a mi lado.

¿En qué fechas recuerda más a don Alfredo?

Yo pienso en él cuando se denuncia lo de los narcotraficantes, cuando los extraditan, porque le hacen honor a su lucha, porque el dio su vida por esa lucha, cuando hay criminales que los van a procesar, sea aquí en Honduras o Estados Unidos, yo siempre digo, “valió la pena tu lucha, estás sembrando”, o cuando lo recuerdan.

Para mí es muy emocionante cuando la gente de los periódicos lo recuerdan, en la radio, en el New York Times cuando lo recuerdan; y otras personas hablando de él, yo me siento feliz porque no lo asesinaron, el sigue vivo.

¿Qué lamenta usted acerca del sistema de justicia usted con respecto al asesinato de su esposo?

Es triste, es un poco desesperante, el proceso va demasiado lento, vamos para ocho años. Pero me reconforta a veces que por lo menos yo tengo un proceso; mientras hay gente que asesinan a su ser querido y ni siquiera le han comenzado un proceso.

Hilda Caldera: “Soy una devoradora de libros”

En la actualidad, doña Hilda se dedica a dar clases de Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, asimismo. Además, dirige la fundación Landaverde. “Dirigir la fundación Landaverde me da mucha alegría”, dijo.

Uno de los pasatiempos de doña Hilda es la lectura. Ella se considera una lectora voraz y una gran cocinera.

“Yo me leo por lo menos tres libros mensuales. Yo siempre trato que sean libros del tamaño de una Biblia. A mí me fascina. Yo no veo televisión, pues esa es mi forma de divertirme”, manifestó.

Asimismo, contó que es amante de la música Jazz. “Disfruto la música de mi tiempo, la música de mi juventud”.

Del mismo modo, dijo que sus colores favoritos son el rojo y el verde. “El rojo está lleno de pasión, lleno de vida…me encanta. Pero también me identifico con el verde, por la causa, porque es Landaverde, porque verde es la esperanza”, expresó.

«A la muerte hay que darle vida. A Alfredo lo asesinaron, al igual que a Monseñor Arnulfo Romero, va a renacer en todos los corazones de los hondureños, antes solo Alfredo hablaba de la injusticia, ahora todo un país anhela la justicia», concluyó.

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