Redacción. Año a año son miles de venezolanos que salen de su tierra natal con la intención de mejores oportunidades de vida y toman la ruta migratoria hacia Estados Unidos, siendo Honduras un sitio obligatorio para su transito.
Karina Montoya, una joven madre y esposa que determinó abandonar San Fernando de Apure, en octubre de 2022. Durante varias semanas enfrentaron con su compañero de vida y tres hijos (de 6, 8 y 10 años) enormes desafíos y obstáculos, pero lograron llegar al país cinco estrellas.
La venezolana inició con una nueva vida en un país que le abrió las puertas para desarrollarse y llevar a cabo su emprendimiento: la venta de arepas, un platillo típico de su tierra natal.
En una conversación con Diario Tiempo, la venezolana relató un poco más de como fue su trayecto migratorio, los miedos que existieron y como ahora junto a su familia se han desarrollado en Honduras.
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Entrevista
¿Cuál fue el motivo que los llevo a salir de Venezuela?
Lo que nos motivo a salir es que mi esposo era el que proveía en la casa y siempre quiso irse del país para buscar nuevas oportunidades. Entonces se abrió esta brecha de la selva y él se iba a venir solo, pero oré a Dios y pudimos venirnos todos como familia.
En Venezuela estaba muy mal nuestra parte financiera y ya estábamos en una etapa crítica. Ver que no le podíamos dar todo a nuestros hijos, eso nos motivo a salir de allá.
¿Cómo fue para la familia el reto de pasar la selva y medio Centroamérica?
Fue de mucha tensión, fue horrible, porque mentalmente se tiene que estar capacitado para pasar por la selva. Allí es la soledad total, nadie apoya y si pasa algo nadie nos puede sacar y por eso hay que venir con esa mentalidad de que sí se puede lograr.
En la selva nosotros vimos de todo, muertos, sitios en los que decíamos que no podíamos pasar por allí y había que hacerlo por sobrevivir y salir de allí. Gracias a Dios nosotros teníamos algo de dinero para comprar comida y darle a los niños.
Fue pesado en el sentido que veníamos con los niños, mentalmente ellos se agotaron por todo el viaje y tratar de animarlos era la parte más tediosa. Pero le doy gracias a Dios ya que nos permitió salir a todos y llegar juntos. No nos pasó nada y salimos de la selva bien.
¿Cómo llegan a Honduras y luego a Tegucigalpa?
Nosotros ingresamos por Trojes, El Paraíso. Yo venía muy mal, deshidratada, con diarrea, fiebre, sin fuerzas. Estoy agradecida con ese pueblo porque me atendieron, me hidrataron y nos quedamos como dos días para sacar el permiso. En esos días era difícil porque era demasiada gente.
El día que nos dieron el permiso fue un viernes después de medio día. Sin embargo, a mitad del camino nos los quitaron y fue horrible porque no podíamos avanzar, pero llegamos a tiempo a Danlí y le contamos al coordinador lo que había sucedido y pues nos dieron otro permiso.
Después de allí llegamos a Tatumbla y allí estaba la terminal para los migrantes, pero nuestro pensar era entrar a Tegucigalpa. Nosotros aquí en Honduras tenemos a alguien, una amiga venezolana que vive con una catracha en Estados Unidos, y ella nos ayudó a que nos dieran comida y ropa.
¿Cómo surgió la idea de emprender con la venta de arepas en Tegucigalpa?
Nosotros llegamos a Tegucigalpa y a los días alquilamos un apartamento bastante pequeño para todos. A mi esposo, gracias a Dios, a través de las personas a donde llegamos, le consiguieron un trabajo en un taller de mecánica y de allí obtenía algunos ingresos.
Ya estábamos muy apretados allí y queríamos algo más grande y cómodo para la privacidad de los niños. Siempre he trabajado y buscaba la idea de qué hacer; primero, emprendí en dos cosas de manualidades y se vendía por temporadas.
Un buen día hablé con una hondureña que vende comida y le dije: ‘amiga, ¿qué te parece si vendemos arepas?’. Me dijo que sí. Entonces nos decidimos y entre las dos compramos las cosas y con las pocas amistades que teníamos les ofrecimos. Luego ellos me recomendaron con otras personas y así hicimos los pedidos; esa primera venta fue un boom.
Poco a poco crecimos. Vendíamos una vez a la semana, pero yo ya quería generar más y vender seguido porque la gente me preguntaba. Y siempre dependía de la amiga porque yo no tenía nada, ni cocina.
¿Cómo fue creciendo el negocio?
Me tocó pedir un préstamo. Se abrió una puerta y una persona me ayudó. Pude comprar mi cocinita y un chimbo, así fue más frecuente.
Yo iba a comprar los ingredientes a una feria que está aquí cerca y comiendo un día escuché a una vendedora hablando. Le pregunté ‘qué tenía que hacer para vender’ y me dirigió con el coordinador. Hice la solicitud y como a los 10 días me respondieron, me aceptaron y comencé a trabajar.
¿Qué ha significado Honduras para la familia?
Mucha gente me preguntaba eso que por qué me había quedado en Honduras, como que si es un país que no es bueno. Les dije que era Dios el que me tenía aquí y hoy en día defiendo al país de lo que sale en las noticias, donde dicen que es peligroso, pobre.
Yo le digo a mi mamá que debe darle gracias a Dios de que nosotros estamos aquí con trabajo, vivimos bien, nuestros hijos están bien y a la gente negativa no hay que prestarle atención.
Además de las arepas preparamos otras comidas venezolanas como las empanadas, tequeños, patacones y ahorita preparé hallacas, que es una comida muy típica en diciembre. Otro producto que hacemos y que le gusta a la gente es el quesillo venezolano, es un flan, pero tiene un toque especial y lo comercializamos en La Joya y en Comayagüela.
¿Se quedarán en Honduras o piensan llegar a USA?
He querido como quedarme porque como mamá pienso en el riesgo para los niños, la tensión y a lo que uno se enfrenta. No quiero que mis hijos vivan eso.
Cuando llegamos a Honduras, los amigos de aquí nos contaron cómo es la cosa en México y hasta los venezolanos dicen que la selva es nada. Es por ello que he dicho que no quiero exponer a mis hijos en eso.
Mi esposo si tenía el anhelo de irse. La idea aquí en Honduras era juntar el dinero y retomar el camino. Pero con todos los gastos que uno tiene no es fácil reunir ese dinero para irse a Estados Unidos.
Aquí en Honduras se abrieron oportunidades, fue creciendo el negocio, ya la gente nos conoce más, nos hacía más pedidos y así mi esposo vio que Dios nos estaba bendiciendo aquí. Le dije que con todo lo bueno que nos ha pasado aquí, había que darnos el tiempo. Mis hijos están estudiando aquí, se sienten bien y se adaptaron.
¿Cuál es el mensaje de Karina para Honduras?
Mi mensaje es de gratitud. Gracias a todas las personas que me han ayudado con la estadía en este país desde el comienzo porque nosotros como familia iniciamos aquí una nueva vida. Le agradezco a Dios por los hondureños, por este país y gracias por la aceptación que han tenido a nuestra comida y seguiremos adelantes.
¿A futuro sueña con su local de comida venezolana en Honduras?
Sí, nosotros hemos estado tocando puertas y viendo dónde nos podemos ubica. Muchas personas nos dicen que aquí donde vivimos nos queda muy metido o no conocen la colonia.
Es por ello que queremos un sitio más céntrico y accesible para las personas. En el nombre de Dios en 2025 lo podamos lograr y así ofrecer más gastronomía venezolana. Creemos que ésta será nuestra tierra donde fluye leche y miel.
Karina asegura que Honduras es un país lleno de belleza, buenas personas y muchas oportunidades de vida, pero hay que buscarlas. «Yo estoy sumamente agradecida, mi esposo, mis hijos, con este país y con su gente. Hemos tenido una buena receptividad y sentimos el cariño y afecto de la gente».