James Rodríguez deja atrás 2016, no el mejor a nivel personal pero adornado curiosamente con tres títulos como la Champions, Mundial de Clubes y Supercopa de Europa.
Todo empezó el 1 de enero con su llegada a toda velocidad a Valdebebas y su confesión el pasado domingo en la que ponía en duda su continuidad en el Real Madrid.
La postura del Real Madrid respecto al futuro del colombiano no ha cambiado. El propio James insista públicamente y en privado que se quiere marchar, la idea es firme. Esperar al 30 de junio o remitir a los 500 millones de cláusula de rescisión.
James inició el año de la peor manera posible, llegando a la carrera a Valdebebas el 1 de enero perseguido por la policía. Era el preludio del que iba a ser su año horrible. La llegada de Zidane tres días después, que según confesó era su ídolo. Nada hizo cambiar el panorama que tenía con Benítez.
Pasaban las senanas y James era suplente con el francés. Nada cambiaba y la distancia entre ambos crecía. Tanto como para verse fuera de la final de la Champions, jugar un rato tan solo en la Supercopa de Europa. Aparte ver la final del Mundial de Clubes desde el banquillo.
Quería abandonar el club
Ante esta situación, James se plantea una situación que para el club no tiene retorno alguno. No van a permitir su marcha en el mercado de invierno, salvo que su presencia termine generando un conflicto.
Lo cierto es que la situación no es sencilla porque el movimiento del colombiano solo ha servido para enfrentarle con el club y romper la estrategia trazada por Jorge Mendes. El calentón no ha servido para que los dirigentes del club abran la puerta y sí para que la distancia con el colombiano. Tanto a nivel directivo como técnico, sea aún mayor de la que era antes del último conflicto.
Para lo que también ha servido hacer público su disgusto. Es que el año 2016 no ha sido el mejor año de James. Doce meses en los que su estrella apenas han brillado
