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miércoles, mayo 1, 2024

Invitó a comer a su novio y al recibir el menú él comenzó a llorar

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Esta historia ha dado vueltas en las redes sociales. Es la historia de una pareja muy feliz. Se amaban. Todo era perfecto hasta que ella comenzó a notar que él escondía algo. Ella era muy abierta con él y el nada. Era un tipo muy misterioso. Un día ella lo invitó a él a comer su comida favorita a un gran restaurante y su relación cambiaría para siempre.

Desde el día que María vio a Alex supo que era un tipo interesante. Estaba ahí en la librería con su cabello desordenado, su cara de niño ingenuo, con su bufanda color beige y sus jeans negros ajustados.

Llevaba una camisa a cuadros, una camiseta de los Rolling Stones (a ella le fascinaba Mick Jagger) y su forma de sentarse con las piernas cruzadas en la mitad del pasillo de una atestada librería para leer una de sus novelas favoritas la mató. Eso y el hecho de que llevaba varios meses sin tener contacto con un hombre le hizo acercarse y decir: “¿No encontraste un mejor lugar para leer ese gran libro?”.

Después de una conversación breve, él la invitó a tomar un café. Finalmente todo terminó en el apartamento de María. A la mañana siguiente él la despertó y la llevó a la cocina. La esperaba con un café y unos huevos revueltos que compartieron. Para María eso era lo más parecido al amor.

Comenzaron a verse seguido, siempre en el apartamento de ella. Veían una película, ordenaban sushi, pizza o algo rápido y luego se iban a la cama. A veces él llegaba con mercadería y cocinaba algo. Un hombre que cocinara tan rico y fuera tan cariñoso la volvía loca.

Cuando su familia lo conoció a todos les pareció un gran partido. “Un gran chico”, dijo su papá que prácticamente odió a todos sus novios cuando estaba en la secundaria y en la universidad. Sus amigas lo adoraron. Era el hombre perfecto.

El único problema era que ella sabía muy poco de él. Sabía que se dedicaba a los negocios y que vivía en el centro en un edificio nuevo de 20 pisos donde muchas veces lo fue a recoger. De su familia y de sus amigos nunca habló. Cuando ella le preguntaba, él respondía con excusas: que vivían muy lejos, que estaban muy ocupados. Siempre salía jugando con un cuento y lograba cambiar el tema.

Algo escondía Alex y María necesitaba saber qué era. Por eso el Día de San Valentín decidió invitarlo a cenar a un restaurante italiano muy bueno que quedaba cerca de su casa. Él solía preparar unas pastas que la volvían loca y sabía que ese tipo de comida era su debilidad.

Ordenaron una botella de vino. “Del mejor vino que tenga”, dijo Alex y añadió “¡Qué buen lugar! No creas que vas a pagar tú…” después que la mesera se alejó. Parecía muy feliz, como si el olor a masa horneada del lugar le diera una felicidad interior. Nunca lo había visto así de feliz.

Pero luego sucedió algo muy extraño. La mesera llegó con dos menús que estaban empastados en cuero violeta y tenían unas hojas muy antiguas color café. Les entregó uno a cada uno y les preguntó si querían una recomendación. Ella abrió el menú que estaba en italiano y lo miró a él para ver qué decía. Se dio cuenta que lloraba a mares. Alex estaba mirando los platos y no podía controlar las lágrimas que le brotaban como cataratas de sus ojos.

“Perdón”, dijo él. Ella tuvo un pésimo presentimiento. Algo muy malo iba a suceder. “Una copa de vino y seguro se le aflojó el remordimiento”, pensó. Algo le iba a confesar. Estaba con otra o tenía una familia escondida. Era un narcotraficante. No peor… era un asesino a sueldo. El hombre perfecto iba a revelar su verdadera identidad.

“Soy alérgico al polvo”, remató con una voz gangosa. Y luego tomó la servilleta y se sonó la nariz.

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