30.6 C
San Pedro Sula
viernes, julio 25, 2025

Inventar apodos absurdos para tu perro tiene una explicación científica

Debes leer

Redacción. Cuando un perro roba un calcetín o inclina la cabeza de forma encantadora, su nombre oficial a menudo desaparece. En su lugar, surgen apodos que pueden parecer absurdos, pero que esconden una profunda carga afectiva y lingüística.

Un usuario de Reddit contó que el nombre de su cachorro evolucionó de “Big Stink” a “Stinky Winky”, “Moo a Wink” y, finalmente, “Stoop a Wink”. Lejos de ser simples juegos sonoros, los apodos revelan cómo los humanos forjan vínculos con sus animales.

Los expertos en lenguaje explican que este fenómeno refleja una tendencia creciente: las mascotas ya no son animales de trabajo, sino miembros del hogar. Y como tales, reciben nombres que mutan, se deforman y se cargan de ternura.

Según la profesora Cynthia Gordon, sociolingüista de la Universidad de Georgetown, los apodos son una forma de “juego verbal creativo” que fomenta la conexión emocional. “Jugar con los apodos de los perros es una forma de incluirlos en la diversión y el sentimiento de pertenencia”, afirma.

Los apodos también reflejan cómo el lenguaje se adapta al afecto. Un dueño relató que su perro, Archie, pasó de llamarse Dogface a Señor Snoofioso, tras una larga lista de variaciones. Aunque las mascotas rara vez responden a todos sus sobrenombres, sí reaccionan al tono con que se pronuncian.

Gordon lo atribuye a la paralingüística, es decir, a los aspectos no verbales de la comunicación. La ciencia lo confirma: los humanos tienden a hablarles a los animales en un tono más exagerado, similar al que se usa con los bebés, lo cual activa una respuesta más fuerte.

Mascota
Nombres como “Stinky Winky” y “Dogus Maximoose” a menudo siguen patrones lingüísticos observados en el habla dirigida a niños (repetición, ritmo y vocales exageradas) que ayudan a fortalecer los lazos sociales y el apego emocional.

Investigación 

Un estudio de 1999 concluyó que los apodos surgen del placer de crear nuevas palabras y de jugar con los sonidos. Estos suelen incluir aliteraciones, rimas o asonancias, como en los juegos de patio escolar. Un ejemplo citado en la investigación proviene de Sudáfrica: “David el Pavid, el Rick el palo stavid; Lindy el pindy, el rix stix stindy”.

El experimento de “Kiki y Bouba” también respalda esta idea. Las personas suelen asociar sonidos suaves como «oo» con cosas grandes y redondeadas, mientras que los sonidos agudos como «i» evocan pequeñez o agudeza. “Por eso le llamo a mi perro Snoofioso”, comenta Gordon.

El humor infantil también tiene su lugar. Nancy Bell, lingüista en la Universidad Estatal de Washington, recuerda cómo su perra Campanilla terminó siendo “Stinker doodle”. Lo escatológico, dice, tiene un poder especial en la creación de apodos entrañables. Otro usuario de Reddit contó que su chihuahua-pomerania, oficialmente llamado Pepper, se convirtió con el tiempo en “PeePoo”, “porque es gracioso”.

Los niños, las parejas y otros miembros del hogar también acumulan apodos, pero con una diferencia: las mascotas no se quejan. “Eso nos permite ser más audaces”, sostiene Katharina Leibring, investigadora del Instituto de Dialectología de la Universidad de Uppsala. Una expresión sueca resume esta idea: “Kärt barn har många namn” (“Un niño querido tiene muchos nombres”).

El idioma también influye. En italiano, los sufijos -ino, -etto o -uccio permiten crear diminutivos con facilidad. En inglés, en cambio, predominan los sufijos como «-y» o «-ie», como en “walkies” o “shoesies”. La lingüista Elisa Mattiello, de la Universidad de Pisa, señala que esta flexibilidad en lenguas como el italiano permite una evolución más estructurada de los apodos.

la ciencia detrás de los apodos absurdos
Las investigaciones sugieren que incluso los comportamientos de los perros (como inclinar la cabeza o hacer expresiones tontas) pueden provocar apodos cariñosos, ya que los dueños responden instintivamente con un lenguaje juguetón y basado en sonidos.

Apodos 

A nivel familiar, los apodos se integran en un lenguaje privado conocido como familect, un dialecto íntimo entre miembros del hogar. Gordon explica que, a menudo, surge de palabras mal pronunciadas o deformaciones cariñosas que se vuelven tradición. Decir “keppage” en lugar de “ketchup”, por ejemplo, puede convertirse en una marca familiar.

Deborah Tannen, también profesora en Georgetown, ha estudiado cómo las personas “ventríloquian” a sus mascotas, dándoles voz en las conversaciones humanas. En uno de sus estudios, una madre imitaba a sus perros para corregir a su hijo: “¡Somos traviesos, pero no tanto como Jason, él es el más travieso!”. Este tipo de comunicación, explica, no va solo dirigida al animal, sino que fortalece la dinámica familiar.

Tannen también destaca que nombrar a las mascotas es un acto profundamente social. Su colega Bell lo comprobó cuando adoptó un perro durante la pandemia. Al principio lo llamó simplemente Mickey, pero al casarse, el nuevo entorno familiar generó una avalancha de sobrenombres: Boogie, Boogie Boy, Bug.

Al final, los apodos para mascotas no son sólo palabras tiernas: son expresiones de amor, humor, cultura y convivencia. Actúan como cápsulas lingüísticas que reflejan quiénes somos, cómo hablamos y cómo construimos nuestros vínculos más íntimos.

Hoy en Cronómetro

Última Hora

error: Contenido Protegido