Redacción. Las intensas lluvias que han azotado Honduras en los últimos días han provocado una situación crítica en varios departamentos, causando graves daños en infraestructura, comunidades incomunicadas y afectando a cientos de personas.
Frente a este panorama, la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) emitió alertas roja, amarilla y verde en distintas regiones para reducir riesgos y coordinar una respuesta inmediata.
La alerta roja se declaró para el departamento de Ocotepeque y para las comunidades del municipio de El Progreso, en Yoro, especialmente aquellas ubicadas cerca del río Ulúa, que se desbordó tras las lluvias torrenciales, inundando zonas residenciales y agrícolas.
Por su parte, la intensidad de las precipitaciones motivó la alerta amarilla en los departamentos de Copán, Lempira, Intibucá, La Paz, Valle y Choluteca, así como en los municipios de Pimienta, Villanueva, Potrerillos y San Manuel, en Cortés, y Santa Rita, en Yoro.
En tanto, la alerta verde abarca zonas de Santa Bárbara, Comayagua, Francisco Morazán, El Paraíso y otras áreas de Cortés y Yoro.
Según el informe oficial más reciente de Copeco, emitido el miércoles 18 de junio a las 6:00 p. m., hasta ese momento se contabilizaban 718 familias afectadas, de las cuales 177 son damnificadas y 53 han sido evacuadas. En total, hay 3,250 personas afectadas, incluyendo 524 damnificados y 271 evacuados.
Hasta ahora no se reportan fallecimientos, aunque hay una persona lesionada, una desaparecida y seis rescatadas. Además, se contabilizan 64 viviendas con daños parciales, 18 totalmente destruidas y 24 comunidades incomunicadas en distintas regiones del país.
Zona occidental
En el occidente del país, particularmente en el departamento de Ocotepeque, las lluvias han causado estragos considerables en los municipios de San Jorge, Fraternidad, La Encarnación, Dolores Merendón, Concepción y Sinuapa.
En Dolores Merendón, el alcalde Walter Martínez expresó su preocupación por la magnitud de los daños y señaló que la situación ha afectado seriamente a los pobladores y sus medios de vida.
«Le pedimos al gobierno si nos puede ayudar con maquinaria pesada para poder habilitar los caminos. Somos productores de café y granos básicos, estamos en problemas», expresó.
Martínez detalló que se han registrado pérdidas de fincas, viviendas, caminos y puentes y calificó la situación como algo «sorprendente» que no había presenciado anteriormente.
Según el edil, lo más urgente en este momento es habilitar las vías de comunicación para facilitar el acceso a alimentos, medicinas y agua potable. Esta preocupación se intensifica ante la persistencia de las lluvias, que siguen dificultando las labores de auxilio, y la falta de una respuesta concreta por parte de las autoridades gubernamentales.
«Estamos trabajando con eso, ya se presentaron ellos y quedaron en darnos una respuesta, esperamos que sea lo antes posible», concluyó Martínez, aludiendo a las autoridades que visitaron la zona pero que aún no han ofrecido soluciones concretas.
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Deficiencia
La zona sur del país también enfrenta una situación crítica por el aumento del caudal del río Goascorán. Las lluvias han obligado a numerosas familias a abandonar sus hogares, dejando a más de cuatro mil personas incomunicadas.
El alcalde del municipio de Alianza, en el departamento de Valle, Faustino Manzanares, denunció que la borda construida para mitigar las crecidas del río fue completamente arrasada.
«Puede ser el tipo de material, la calidad de la obra o el diseño que falló. Pero que seguimos con el problema, lo tenemos», señaló, tras informar que la obra, que representó una inversión de aproximadamente 53 millones de lempiras, no resistió la fuerza del río.
Como resultado, comunidades como las Costa de los Amates y El Cubulero están completamente anegadas, con graves repercusiones sociales y económicas.
En la comunidad de El Cubulero, varias zonas permanecen aisladas y las inundaciones siguen afectando a los pobladores del sector. Según los residentes, estas condiciones extremas se repiten año tras año sin que se implementen soluciones sostenibles.
Falta de apoyo
La situación en El Progreso, Yoro, igualmente se ha vuelto alarmante. En sectores como La Duarte y el campo Amapa, la ruptura de los bordos del río Ulúa (cuya reparación había sido advertida previamente) provocó la inundación de viviendas y extensos campos de cultivo. Los daños a la economía agrícola local son graves, especialmente en las plantaciones de palma africana, que ahora están inaccesibles.
Josué Rodríguez, residente del sector 70 en El Progreso, expresó su frustración por la inacción estatal: «Le pedimos, por favor, al gobierno que tome cartas en el asunto. Aquí los que vivimos somos seres humanos. No es posible que esté sucediendo esto por pura negligencia». Añadió que el agua ya comenzó a filtrarse por distintas zonas, amenazando con extender las pérdidas en la producción agrícola.
En el municipio de Piraera, departamento de Lempira, la destrucción causada por las lluvias ha sido de igual manera devastadora. Según el alcalde Deydin Mendoza, el 70 % de las calles quedó destruido.
Ante la ausencia de apoyo gubernamental, la comunidad decidió actuar por cuenta propia. «Con fondos de la gente compramos la maquinaria, a veces le hemos pedido al gobierno, pero nunca dan ayuda. Nosotros hicimos una reunión de cabildo abierto y propusimos comprar nuestra propia maquinaria», declaró Mendoza.
El edil explicó que trabajan día y noche para garantizar el acceso a alimentos y servicios básicos en una región donde once municipios suelen quedar incomunicados durante la temporada lluviosa.
Además, denunció que el avance en la pavimentación de caminos ha sido mínimo, con solo quince kilómetros construidos en tres años. «Es bien poco lo que han hecho. Confiamos en Dios que el otro gobierno que venga lo va a terminar», concluyó.
Emergencia actual
La emergencia actual pone en evidencia la profunda fragilidad de la infraestructura hondureña frente a fenómenos naturales cada vez más intensos y frecuentes. La falta de planificación preventiva, la presunta ejecución deficiente de obras de mitigación y la limitada capacidad de respuesta institucional agravan de forma alarmante las consecuencias humanas, sociales y económicas de estos desastres.
Mientras miles de hondureños enfrentan pérdidas materiales, aislamiento y amenazas a su subsistencia. Se vuelve cada vez más urgente una respuesta estructural que supere las acciones puntuales y aborde con seriedad los desafíos del cambio climático.
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