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miércoles, mayo 8, 2024

Independencia

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En esta fecha, hace 194 años, el cabildo de Tegucigalpa, cuyo secretario era el prócer D. Dionisio de Herrera, recibió con júbilo los Pliegos o Proclama de Independencia, firmada en Guatemala el 15 de septiembre de 1821.

Herrera, pariente de D. José Cecilio del Valle, era un seguidor de la doctrina republicana, sobre la cual se había informado y asimilado en su notable biblioteca la mayoría de sus volúmenes en francés. Así se acercó también a la francmasonería y al pensamiento anti-feudal de los enciclopedistas.

Desde esta posición D. Dionisio de Herrera, como secretario del ayuntamiento de Tegucigalpa, tuvo a su cargo la redacción del Acta de Independencia, imbuido de la filosofía de la Ilustración y con un fervor patriótico que galvanizó a los demás miembros de la municipalidad y a los vecinos que estuvieron presentes en esa sesión del 28 de Septiembre.

Tegucigalpa se adhirió incondicionalmente a la Proclama de Guatemala, y todos —autoridades y pueblo— se comprometieron a defenderla hasta con sus vidas. La doctrina liberal había enraizado en la conciencia de la ciudadanía, bajo el principio de que no hay patria sin independencia.

Esa doctrina, válida antaño como hogaño, normó la vida y las actuaciones de nuestros próceres como Morazán, Valle, Herrera y Cabañas. Como padres fundadores, jamás se apartaron de sus convicciones y principios, legándonos una herencia inmarcesible, pero que debemos proteger y trasladarla a las nuevas generaciones.

El liberalismo de nuestros próceres fue profesado y cultivado por todos, ya fueran seglares o del bajo clero. Ejemplo de esto fueron el Padre Márquez y Antonio Ramón Vallejo. Este último se apartó del conservadurismo e incluso abandonó los hábitos sacerdotales.

En los tiempos actuales, da pena decirlo, el sentimiento patriótico de la independencia ha decaído, y nuestros valores poco informan del republicanismo y de la entrega a los más altos intereses de Honduras, como República y como Nación libre soberana e independiente.

Por el contrario, en estos últimos tiempos el liderazgo nacional ha perdido el rumbo hasta el extremo de desconocer nuestra Carta Fundamental, la Constitución de la República, para satisfacer pretensiones políticas espurias, para medrar con el poder político, y para comprometer la integridad del territorio y la soberanía nacional a favor de intereses foráneos.

Es el momento, entonces, de regresar a las lecciones y ejecutorias de nuestros próceres y de adoptar su verticalidad patriótica y su gallardía ciudadana. Es el momento de volver la mirada, la mente y el corazón hacia nuestros ancestros y de retomar el camino para la construcción de una patria digna, compartida y de bienestar para todos.

 

 

 

 

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