Redacción. Cada 20 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Felicidad, una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2012 con el objetivo de resaltar la importancia de la felicidad y el bienestar en el desarrollo de las sociedades.
La instauración de esta efeméride se formalizó mediante la resolución 66/281, donde la ONU destaca que la felicidad y el bienestar son aspiraciones universales de los seres humanos y deben ser incluidas en las políticas gubernamentales.
El documento también resalta la necesidad de un crecimiento económico equilibrado, equitativo e inclusivo, que no solo impulse el desarrollo sostenible, sino que también contribuya a la erradicación de la pobreza y a mejorar la calidad de vida de las personas.
Bután: el país pionero en medir la felicidad
El primer país que adoptó la felicidad como un indicador de desarrollo fue Bután, una pequeña nación ubicada en el Himalaya. Este reino budista es conocido por su enfoque en el Índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB).
Su modelo se basa en pilares fundamentales como el desarrollo socioeconómico sostenible y la conservación del medio ambiente. Al igual que, la preservación de la cultura y el buen gobierno.
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La felicidad como un derecho humano
Diversos estudios han demostrado que la felicidad está estrechamente relacionada con la salud mental y el acceso a la educación. Asimismo, la equidad social y la estabilidad económica. Es por ello que muchas naciones han comenzado a considerar el bienestar de su población como un indicador clave de progreso.
El Informe Mundial de la Felicidad, publicado anualmente por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU, mide la percepción de felicidad en más de 150 países. Toma en cuenta factores como el PIB per cápita, el apoyo social y la expectativa de vida saludable. También, la libertad para tomar decisiones, la generosidad y la ausencia de corrupción.
La felicidad: un concepto individual y colectivo
Si bien la felicidad es un sentimiento subjetivo que varía de una persona a otra, su impacto trasciende el ámbito personal y se convierte en un factor determinante para la convivencia y la armonía social. Un entorno donde predomina el bienestar emocional favorece la productividad, el desarrollo económico y el fortalecimiento de lazos comunitarios.
En este contexto, el Día Internacional de la Felicidad nos invita a reflexionar sobre cómo podemos contribuir a una sociedad más equilibrada, donde el progreso no solo se mida en cifras económicas, sino también en la capacidad de cada individuo para alcanzar una vida plena y satisfactoria.
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