Hondureña separada de sus hijos: “fueron días dolorosos y angustiantes”

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TEGUCIGALPA, HONDURAS. Una joven madre hondureña que hace tres años había viajado de forma ilegal a los Estados Unidos, comentó haber pasado recientemente los días más dolorosos y angustiantes de su vida por causa de la determinación del gobierno de ese país de segregar a sus hijos, quienes cruzaron ilegalmente la frontera sur en compañía de una hermana suya.

Oriunda de una ciudad porteña en la costa caribe de Honduras, la migrante catracha contactó a Diario TIEMPO Digital para relatar su odisea.

La hondureña  reside en una ciudad del sur de los Estados Unidos y se mantiene bajo condiciones de anonimato. Pudo relatar a Diario Tiempo Digital que todo comenzó hace más o menos un mes.

Detalló que sus hijos salieron del país para reencontrarse con ella, sólo con el fin de huir de las condiciones de riesgo de su barrio en Honduras. Indicó que su hermana y los menores llegaron en una semana a la frontera entre México y Estados Unidos, donde se entregaron a las autoridades migratorias. “Mis niños y mi hermana llegaron a la frontera un jueves, allí los arrestaron. A mí me llamaron ese día para decirme que tenían a uno de ellos”.

La hondureña indicó que en esa llamada “no hubo tiempo de hacer preguntas. Los oficiales te llaman y te dicen que te limites a contestar sí o no a sus preguntas”.

Pasaron tres días y ella no sabía más, le aterraba pensar qué había pasado con su otro hijo y con su hermana, quien también viajaba con su hijo.

“El sábado me llamaron las autoridades americanas para decirme que también tenían a mi otro hijo. Allí me dijeron que también estaba mi hermana y mi sobrino”, recordó.

La joven comenta que ese sábado en la mañana la llamaron diciéndole que podía viajar a la frontera para recogerlos a todos, pero horas más tarde me cambiaron el plan. A las nueve de la noche recibí otra llamada para decirme que mis hijos estaban abordando un avión que los llevaba a una ciudad del norte de Estados Unidos.

“Apenas me dejaron preguntar por mi hermana y mi sobrina y me dijeron que ellos se quedaban, que los niños habían sido separados de ella”, expresó.

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Lo peor que le ha sucedido

“Pasaron cinco días sin saber nada de mis hijos. Fueron los días más dolorosos y angustiantes de mi vida, lo peor que he pasado, no se lo deseo a nadie”, explicó.

Dijo que el miércoles siguiente volvió a saber de sus pequeños cuando recibió una llamada indicándole que los menores estaban en esa ciudad del norte.

“Me enviaron un formulario de 18 páginas. Me pidieron muchos documentos para comprobar que eran mis hijos, fotos, señales en sus cuerpos”, agregó.

Recordó que hasta entonces no la dejaban tener contacto telefónico con sus hijos. “Hasta que tuvieron seguridad de que yo era su mamá me dejaron hablar con ellos.

Estuvieron en esa ciudad dos semanas más. “Me dieron un número de teléfono de una escuela donde yo podía llamar y hablar con ellos. Pero sólo podía llamar dos veces a la semana, 10 minutos cada vez”.

Pasaron dos semanas, recuerda, hasta que le permitieron viajar al norte de Estados Unidos a traer a sus niños. Logró conseguir dinero, compró los boletos de avión y voló.

Reencuentro con sus hijos

Dice que aquel día del reencuentro fue emocionante. Pues llegó por los pequeños a la escuela, estaban bien cuidados, sanos y estaban recibiendo educación y terapias psicológicas. Viajó con ellos de regreso a su casa, no sin antes firmar compromisos para cuidarlos, alimentarlos, llevarlos al médico y no maltratarlos físicamente.

Sin embargo, relata que fue hasta después del reencuentro cuando pudo escuchar la historia más dolorosa contada por sus hijos. A ella las autoridades del centro de detención le decían que los niños estaban con su hermana. Pero los pequeños le reportaron otra versión.

“Dicen mis niños que desde el primer día los separaron de la tía. Asimismo, que los metieron en celdas separadas de la de ella, desde donde podían verla”, expresó.

También le dijeron que en las celdas de detención los oficiales que los cuidaban les llamaban la atención porque lloraban.

“Dice mi hijo mayor que también se enojaban porque pedían comida. Les decían que se durmieran y cuenta que el cuarto donde estaba la celda era bien fría”, agregó.

Por lo demás, señala que los infantes después de viajar al norte estuvieron bien cuidados por una familia que les dio refugio temporal y a la que nunca conoció. “Los niños viajaron de regreso a casa con una maleta cada uno con 50 libras de peso y una mochila. Esa familia les regaló mucha ropa y juguetes. Yo aunque no los haya visto les tengo un gran agradecimiento”, expuso.

Sobre su hermana y su bebé relata que al cabo de unas semanas también fue puesta en libertad. Ahora se mueve en su nueva ciudad de residencia. Además, con un grillete en el pie, con muchas limitaciones, explicó. Mientras tanto, dice que a pesar de la angustia y el dolor ella ahora está al lado de sus grandes tesoros. Lo anterior, en un país que según dice, ofrece más oportunidades y seguridad que Honduras.