Hondureña intenta suicidarse tras perder esperanza de reunirse con su papá en EEUU

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Hondureña intenta suicidarse
Su padre, intentó en tres ocasiones llegar a territorio estadounidense para pedir el asilo; pero los agentes de migración se lo negaron.

REDACCIÓN. Heidy Gámez, una hondureña con apenas 13 años de edad, originaria de El Progreso, yace en una cama en el hospital pediátrico Cohen, en Queens (NYC), cubierta por líneas intravenosas y un tubo de respiración.

Es una de las tantas niñas que viven en EE.UU., tuvo la suerte de recibir asilo permanente tras escapar del crimen que se vive en Honduras. Sin embargo, alejada de su padre, entró en crisis emocional, optando por el suicidio.

Su padre, Manuel Gámez, intentó en tres ocasiones llegar a territorio estadounidense para pedir el asilo; pero los agentes de migración se lo negaron. En el segundo intento los arrestaron por 45 días y posteriormente lo deportado; la tercer vez quedó encarcelado.

Heydi supo que su papá estaba bajo custodia y rompió a llorar. Durante días no quería salir de su habitación y perdió el apetito, dijeron sus tías, con las que residía en Long Island.

El 3 de julio fue que la encontraron ahorcada y moribunda por un cable de cargador de teléfono.

Manuel tuvo permiso de las autoridades para ver a su hija, sin saber lo que pasaba, llegó al hospital donde su pequeña yacía en una cama con muerte cerebral.

“Era tan inteligente que no tiene sentido que tomara una decisión como esta. Una decisión tan alejada de su carácter”, dijo Jéssica Gámez, de 32 años, la pariente con la que vivía en la localidad de Brentwood.

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Una triste infancia

Heydi tuvo una infancia sin la presencia de su madre, que la abandonó cuando apenas tenia dos meses de nacida. Sus abuelos, que la criaron en Honduras, murieron.

Ella estuvo entre quienes encontraron a su abuelo agonizando en la calle después de un ataque de pandilleros. Lo único que le quedaba era su padre.

“Heydi estaba tan emocionada cuando le dijo que iba a venir. Creo que la idea de que su papá estuviera aquí era como un refugio para ella”, comentó Erika Estrada, de 25 años, que conocía a Heydi de la Iglesia del Evangelio del Tabernáculo en Brentwood.

Jéssica atribuye la tristeza de su sobrina tanto al trauma de perder a sus abuelos como a su creciente ansiedad por saber si alguna vez se reuniría con su padre. Ella a menudo se quejaba con sus tías de que todos los demás tenían una madre y un padre, pero ella se sentía como una huérfana.

El 13 de julio, el Servicio de Inmigración y Aduanas aceptó una solicitud de Romero, el abogado de Gámez, para liberarlo de la custodia con el fin de que estuviera con su hija moribunda. Las autoridades lo pusieron en un avión con un boleto de ida y vuelta desde Texas, donde volverá a estar detenido. Tenía 14 días para despedirse.

Gámez pasó la noche a su lado, mientras sus esperanzas de que pudiera despertarse se desvanecían con cada pitido del monitor. Por la mañana, la gravedad de la condición de Heydi lo había hundido.

“Como padre, no tienes esperanzas ni sueños para ti mismo, todos tus sueños son para tus hijos”, dijo Manuel Gámez.  “Todos mis sueños están en su corazón. Todos se han ido con ella”.