Redacción. Jessica Villanueva, originaria de Honduras, se encuentra aún en shock tras ver cómo su hogar, el refugio que había sido testigo de más de 15 años de recuerdos familiares, fue reducido a cenizas por los devastadores incendios que asolan el sur de Los Ángeles.
En una emotiva videollamada con CNN, Yessica, con lágrimas en los ojos, relató la magnitud de la tragedia.
“Mis papás tenían 15 años viviendo en Los Ángeles, y yo tenía seis años, mi cuarto estaba arriba”.
A pesar de la desesperación, Yessica y su familia pudieron evacuar a tiempo, antes de que el fuego llegara a su casa, pero no pudieron salvar nada.
Las llamas, que han consumido miles de hectáreas de tierra en el condado de Los Ángeles, destruyeron no solo propiedades, sino también sueños, recuerdos y un sentido de hogar que se había construido a lo largo de los años. En sus palabras, aún sentía la incapacidad de comprender la magnitud de lo sucedido.
“No sabemos ni por dónde empezar, estamos tratando. Pero, no tenemos mente todavía”.
Este devastador desastre forma parte de los incendios que comenzaron a principios de esta semana en el sur de California. Según las últimas cifras del médico forense del Condado de Los Ángeles, al menos 16 personas han perdido la vida debido a estos incendios.
Las llamas han arrasado con cerca de 15.000 hectáreas y destruido más de 12.000 estructuras, entre ellas viviendas y automóviles. Las autoridades también reportan la desaparición de al menos 13 personas, lo que aumenta aún más la angustia de quienes, como Yessica, enfrentan la incertidumbre.
El incendio de Eaton, uno de los más cercanos a Altadena y Pasadena, ha sido especialmente devastador, cobrando la vida de al menos 11 personas. Mientras tanto, el incendio de Palisades, el más grande y extenso, sigue siendo un desafío para los bomberos, habiendo sido contenido solo en un 11%.
Para Yessica y su familia, la situación sigue siendo abrumadora. Mientras la comunidad de Altadena se une para ayudar a quienes han perdido todo, la tragedia de este incendio no solo es un recordatorio de la naturaleza destructiva de los incendios forestales, sino también de la fuerza de las personas que, como Yessica, luchan por reconstruir lo que se ha perdido, a pesar del dolor y la incertidumbre.