Redacción. La Navidad llegó sin luces, villancicos ni celebraciones para cientos de migrantes hondureños que permanecen en tránsito por México, enfrentando frío, nostalgia, incertidumbre y dificultades mientras buscan un futuro seguro y estable.
Lejos de sus hogares, las festividades llegaron marcadas por el frío, el silencio y una profunda nostalgia que se hizo sentir en albergues improvisados y habitaciones alquiladas por pocos días.
Para muchas familias, la noche del 24 de diciembre se vivió entre recuerdos. Las comidas tradicionales, los villancicos y los fuegos artificiales quedaron reducidos a la memoria, mientras la realidad imponía cenas sencillas y la necesidad de resistir.
En lugar de celebraciones, predominó la reflexión sobre el futuro inmediato y la incertidumbre del camino.
En la frontera norte, particularmente en Ciudad Juárez, varios migrantes intentaron establecerse de manera independiente. Sin embargo, la falta de documentos legales convirtió el acceso a empleo y vivienda en un obstáculo insuperable.
Ante la escasez de recursos, muchas familias regresaron a los albergues, como el centro Pan de Vida, tras agotar sus ahorros y opciones. Allí, la Navidad fue compartida en comunidad, más como un acto de supervivencia que de festejo.
Las conversaciones giraron en torno a trámites migratorios, citas que no llegan y decisiones postergadas.
A ello se sumó el endurecimiento de las políticas migratorias impulsadas por el presidente estadounidense Donald Trump, que redujeron las posibilidades de solicitar asilo y reforzaron los controles fronterizos, aumentando la sensación de espera indefinida.
Difícil situación de los hondureños
Lida Reyes, migrante hondureña y madre de tres hijos, expresó que estas fechas estuvieron marcadas por la tristeza de la ausencia. Recordó las tradiciones de su país, pero aseguró que en México la prioridad fue proteger a sus hijos y mantener viva la esperanza frente al desánimo.
En el sur del país, en Tapachula, la situación no fue distinta. Organizaciones como el Servicio Jesuita a Refugiados señalaron que diciembre intensifica la carga emocional de los migrantes debido a las largas filas para regularizar su estatus, el hacinamiento y los recursos limitados.
Hondureños, cubanos y otros centroamericanos coincidieron en que estas fechas acentúan la distancia del hogar y la precariedad.
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Así transcurrió la Navidad para quienes continúan en tránsito: sin certezas, pero sostenidos por pequeños gestos. Un plato caliente, una oración compartida o un mensaje de voz desde Honduras se convirtieron en formas de resistir y seguir adelante, mientras el camino migratorio continúa.
