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jueves 25 diciembre 2025

Cinco niños sufren quemaduras de pólvora en Nochebuena, dos de ellos mutilados

Redacción. Mientras muchas familias celebraban la llegada de la Navidad, otras vivían horas de angustia en salas de emergencia. La Nochebuena dejó en Honduras un saldo doloroso de cinco niños con quemaduras y mutilaciones provocadas por pólvora, un hecho que vuelve a encender las alertas sobre el uso irresponsable de fuegos artificiales.

De acuerdo con la Fundación Hondureña del Niño Quemado (Fundaniquem), cuatro menores ingresaron durante las celebraciones navideñas con lesiones severas. A estos casos se sumó, este 25 de diciembre, un quinto niño procedente del departamento de Colón, elevando la cifra de afectados en una sola jornada festiva.

Entre los pacientes atendidos figura una pequeña de apenas dos años, quien sufrió quemaduras en el rostro tras manipular una luz de bengala. También se reportó el ingreso de un niño originario de Comayagua con lesiones graves en las piernas y genitales, luego de que chifladores explotaran mientras los llevaba guardados en su ropa.

A los casos se suman dos adolescentes de 17 años, trasladados desde el Hospital Materno Infantil, con amputaciones y mutilaciones en manos y dedos.

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A diario ingresan niños con quemaduras de distinta gravedad, muchas derivadas del uso de pólvora. Foto cortesía

Una emergencia que se repite cada día

El doctor Omar Mejía, presidente y fundador de la Fundaniquem, advirtió en Noticieros Hoy Mismo que estos hechos no son aislados. En promedio, entre uno y dos niños llegan diariamente a la fundación con quemaduras de diversa gravedad, muchas de ellas causadas por pólvora.

Durante 2025, más de 400 menores han resultado quemados a nivel nacional, una cifra que evidencia la magnitud del problema. Cada atención médica representa además un alto impacto económico, con costos que superan los 50 mil lempiras diarios por paciente, sin contar las secuelas físicas y emocionales que muchos niños arrastrarán de por vida.

El llamado de los especialistas es claro: la prevención recae en los adultos. Para Mejía, detrás de cada niño quemado hay una cadena de descuidos que pudo evitarse. La pólvora, insisten, no es un juego y sus consecuencias pueden marcar para siempre una infancia que debía celebrarse con alegría, no con dolor.

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