Redacción. En el umbral del cierre de año, la salida al sur de Tegucigalpa se ha transformado, como es costumbre, en una galería de sátira política a cielo abierto.
Los tradicionales monigotes de Año Nuevo ya aparecen en la carretera, esperando el momento en que las llamas del 31 de diciembre marquen el fin de un ciclo caracterizado por la intensa actividad electoral en Honduras.
Este 2025, el ingenio de los artesanos locales ha puesto en la mira a las figuras más visibles del panorama político nacional.
Entre los muñecos de trapo y aserrín destacan las representaciones de los aspirantes presidenciales Salvador Nasralla, Rixi Moncada y Nasry Asfura, así como de Luis Redondo, presidente del Congreso Nacional, y del coordinador de Libre, Manuel Zelaya.
Le puede interesar: Consejeras ‘exiliadas’ y recurso de la PGR empañan el proceso postelectoral y la declaratoria oficial
Estas figuras se han convertido en el blanco predilecto de una ciudadanía que utiliza el fuego como herramienta de catarsis.
La exhibición no ha pasado desapercibida en el mundo digital. Videos de las figuras se han viralizado en redes sociales, desatando una oleada de comentarios en los que el humor se mezcla con la crítica severa.
Tradición
Más allá del espectáculo visual, la quema de monigotes encierra un profundo simbolismo para el hondureño:
- Cierre de ciclos: representa la eliminación de las energías negativas y frustraciones acumuladas durante los últimos doce meses.
- Protesta simbólica: es la voz del pueblo expresada a través de la sátira, permitiendo que personajes que marcaron el año de forma polémica sean «reducidos a cenizas» por la opinión pública.
- Esperanza renovada: al quemar el pasado a medianoche, se busca abrir camino a un año con mejores oportunidades y cambios positivos.
Mientras los artesanos terminan de dar los últimos retoques, los monigotes comienzan a convertirse en protagonistas de estas fiestas decembrinas.
