Redacción. La furia devastadora de los huracanes Eta e Iota golpeó a Honduras en noviembre de 2020. Ya han pasado cinco años desde su impacto histórico y devastador. La tragedia reescribió la historia con agua, lodo y la crisis por la pandemia de la covid-19 y fue tan profunda que, por un tiempo, logró que los hondureños se olvidaran de la enfermedad que había paralizado al mundo.
El inicio de la catástrofe estuvo marcado por la controversia. Días antes de la llegada de Eta, el gobierno, bajo el mando de Juan Orlando Hernández (2014–2022), seguía promoviendo el Feriado Morazánico para reactivar la economía en lugar de emitir alertas claras. La falta de prevención efectiva pronto se tradujo en acusaciones de negligencia por no proteger la salud y la dignidad de los damnificados.
Eta, al ingresar a Honduras como depresión tropical, comenzó a generar lluvias torrenciales y persistentes desde el 2 de noviembre de 2020, provocando casi de forma inmediata inundaciones catastróficas y generalizadas en todo el productivo Valle de Sula, al norte del país.

La vulnerabilidad del Valle de Sula, una de las zonas más pobladas y de mayor actividad económica del país, se vio trágicamente expuesta por la saturación de los suelos y el desbordamiento de los ríos Chamelecón y Ulúa.
En un lapso de apenas dos semanas, la región fue golpeada por un segundo ciclón. Iota se formó y alcanzó su máxima intensidad como un devastador huracán de categoría 5 en el Caribe. Aunque tocó tierra en Nicaragua y se debilitó rápidamente a tormenta tropical al ingresar a Honduras el 17 de noviembre de 2020, su llegada sobre un terreno ya vulnerable y saturado por Eta desencadenó una segunda ola de inundaciones y deslizamientos de tierra.
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Crisis humanitaria
Esta doble embestida natural en un corto período se tradujo en una de las mayores crisis humanitarias y económicas en la historia reciente de Honduras. La imagen más cruda de la emergencia fue la de familias enteras viviendo bajo puentes, una situación que se extendió por semanas después del desastre e incluso durante la difícil temporada navideña.
Damnificados
Las cifras reportadas por el Comité Permanente de Contingencias (Copeco) a finales de 2020 indicaron que entre 3.9 y 4 millones de personas fueron afectadas por Eta e Iota.

El actual alcalde de La Lima, Santos Laínez, conversó con DIARIO TIEMPO para reflexionar sobre esa tragedia. “Yo no tenía ningún cargo público en ese momento, pero sí sufrí el impacto en esos días de noviembre de 2020, cuando estuve tres días en el techo de una casa en mi colonia, Nuevo San Juan”, expresó.
El edil limeño relató que esa amarga experiencia le sirvió para que, al asumir el cargo, la prioridad fuera impulsar medidas de prevención. “Una vez que nosotros llegamos a la alcaldía, empezamos a hacer las obras de mitigación, conscientes de que lo mejor era darle el respectivo mantenimiento a los bordos y la limpieza de los canales”, explicó.
Sistema de aguas negras colapsado
Laínez mencionó que encontró tramos de bordos cedidos y canales sin mantenimiento, pero que, a través de gestiones con el gobierno central, se reconstruyeron y sobreelevaron los bordos, se construyeron escolleras nuevas y se invirtieron más de 200 millones de lempiras en la limpieza de los canales.

Consultado sobre si el municipio ha superado la catástrofe, dijo que la recuperación es progresiva, por lo que tuvo que empezar por la infraestructura de protección. “Teníamos que iniciar fortaleciendo los bordos y la limpieza de los canales”, apuntó.
Apoyo
La población hondureña se organizó en comités de gestión comunitaria y barriales para dotar de insumos (alimentos, ropa, artículos de bioseguridad, medicinas, entre otros) a los albergues que se instalaron para atender a los afectados.
El alcalde señaló que la infraestructura escolar quedó totalmente dañada. Afortunadamente, con el apoyo del gobierno central, se lleva a cabo una intervención en 20 centros educativos, con una inversión que supera los 270 millones de lempiras.
“Aún tenemos escuelas dañadas. Los sistemas de alcantarillado de aguas negras están colapsados y obsoletos. Es nuestro reto futuro mejorar esa red, así como la red de agua potable”, afirmó. Las calles, destruidas, también han requerido un esfuerzo constante de mantenimiento para garantizar el acceso.
Laínez es crítico al recordar la falta de apoyo en el pasado. Los trabajos de mitigación en La Lima requieren inversiones millonarias, imposibles de cubrir con fondos municipales. “Creo que la falta de voluntad del gobierno anterior fue un factor clave en la magnitud del desastre”, aseveró.

Suspensión
El 29 de octubre, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos alertó sobre la formación del huracán y el 30 de octubre, el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Copeco) suspendió la restricción de circulación por el Feriado Morazánico. Lamentablemente, el gobierno decretó alerta roja en todo el país hasta el 4 de noviembre.
Intervención
Laínez afirmó con optimismo que el municipio ya cuenta con 20 millones de dólares aprobados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la intervención del Canal Maya, incluyendo su ampliación y rectificación, lo que permitirá recuperar la capacidad hidráulica, que actualmente se encuentra en un 46%.
Esta obra, que se iniciará a principios del próximo año tras una licitación internacional, incluye el dragado del río Chamelecón, la intervención del canal Compín, del canal Marimba, entre otras obras de mitigación.
También el edil pone en relieve el proyecto más anhelado por los limeños: el Proyecto Multipropósito del Tablón. Este proyecto tiene el potencial de reducir hasta en un 70% las inundaciones en el municipio. Con esto, “La Lima estará de alguna manera más segura” y podrá generar empleo y mejorar la economía local.
¿La Lima está lista?
Laínez explicó que, para que la historia no se repita en cuanto a alertas tempranas, cada año se capacita a los líderes comunitarios (CODELs).
La municipalidad se ha organizado además para la respuesta inmediata, pasando de no tener “una tan sola lancha” a contar con 12 lanchas nuevas con sus motores y 20 personas capacitadas. Ahora, cuando la municipalidad o la Secretaría de Gestión de Riesgos y Contingencias Nacionales (Copeco) emiten una alerta, la ciudadanía está mejor informada.
Pérdida de cultivos
La Secretaría de Agricultura (SAG) dio a conocer que los departamentos de Olancho, Atlántida, Colón, Yoro, Comayagua, Cortés, El Paraíso e Intibucá sufrieron mayores pérdidas en cultivos de arroz, frijoles y maíz, y se presume que más de 200 mil manzanas de distintos cultivos y granos básicos resultaron afectadas.
“Son muy pocos los que realmente no obedecen. Vamos a seguir trabajando en este tema para que la gente sea educada. Nadie desea ver a una persona atrapada en un techo de una casa o en un árbol”, concluyó el alcalde, al enfatizar que es «complicado» convencer a la gente de evacuar, porque muchos se aferran a cuidar sus pertenencias.
La historia de La Lima y el Valle de Sula es el relato más crudo de la resiliencia hondureña ante la adversidad. Las 95 personas que murieron a causa de Eta e Iota representan la cicatriz más profunda de una tragedia que permanece en los recuerdos de muchos. A pesar de los esfuerzos de mitigación, la realidad para sus habitantes es que el miedo persiste.

En 2025, el municipio sigue llevando las marcas del desastre: con sistemas de alcantarillado colapsados y la infraestructura dañada, la gente no se siente segura. Esta inseguridad no es sólo una percepción; es un recordatorio constante de que, hasta que los grandes proyectos de reparación de bordos y el multipropósito del Tablón se materialicen por completo, el fantasma de la inundación acecha cada temporada de lluvias.
Datos estadísticos
Al 25 de noviembre, Copeco reportó 437,212 personas evacuadas, 96,649 personas albergadas, 10 desaparecidos, 24 heridos y 95 muertos.



