Redacción. La comunidad cultural y religiosa de Honduras llora la partida del padre Jesuita John B. “Jack” Warner Stanley, S.J., sacerdote y fundador del icónico Teatro La Fragua, institución que marcó la historia artística y educativa del país.
Nacido en Virginia, Estados Unidos, en octubre de 1944, Warner se formó en el Conservatorio de Teatro de Chicago y fue ordenado sacerdote en 1974. Tras su primera misión en Bolivia, llegó a Honduras a los 34 años, combinando su vocación religiosa con su pasión por las artes escénicas.
El 19 de julio de 1979, el Padre Jack fundó el Teatro La Fragua en Olanchito, comenzando con un pequeño grupo juvenil y estrenando su primera obra en una modesta sala de adobe de la parroquia local.

Un año después trasladó la sede a El Progreso, Yoro, en un edificio donado por una compañía bananera, que transformó en un moderno teatro con capacidad para 300 espectadores.
Durante más de cuatro décadas, Warner lideró la compañía, formando generaciones de artistas hondureños y dejando un legado cultural que trascendió el escenario. Su enfoque integraba educación, identidad cultural y valores sociales, convirtiendo el teatro en un espacio de formación y expresión para jóvenes de distintos contextos.

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Debido a su salud delicada, regresó a Estados Unidos en 2020, asegurándose de que la institución continuara organizada y funcionando plenamente. Su compromiso con la comunidad y la cultura hondureña permaneció hasta sus últimos días.
Su último escrito
En su último escrito, compartido desde Estados Unidos, el Padre Warner reflexionó sobre la continuidad del proyecto: “Aunque los tiempos sean difíciles y las puertas no siempre estén abiertas, veo con esperanza cómo una nueva generación de jóvenes sigue impulsando el teatro, manteniendo vivo nuestro espíritu y contribuyendo al desarrollo cultural de Honduras”.
El legado del Padre Jack Warner trasciende el teatro; es una herencia de compromiso social, identidad cultural y esperanza. Teatro La Fragua expresó en un comunicado: “El espíritu del Padre Jack seguirá vivo en cada función, en cada estudiante y en cada comunidad que encuentre en el teatro un camino de dignidad y libertad”.

El sacerdote será recordado por su vocación, su pasión artística y su dedicación a formar personas y comunidades a través del arte. Su huella permanecerá para siempre en el corazón de Honduras.



