AFP. Desde hace dos días, Malik Ibrahim ha pasado su tiempo levantando escombros en un pueblo del norte de Siria, en busca de treinta familiares sepultados bajo las ruinas.
De momento, y con ayuda de vecinos y rescatistas, ya logró retirar diez cadáveres de las ruinas en el pueblo de Besnaya, cerca de la frontera con Turquía. El desolador espectáculo de las casas destruidas contrasta con la serenidad de los olivares vecinos.
Malik retira los cascotes uno a uno, con ayuda de una pala o con sus propias manos, protegidas apenas con guantes. Busca a su tío, a su primo, y a sus familias respectivas.
Todos ellos quedaron sepultados bajo el techo y las paredes de su edificio, convertido ahora en un amasijo de cascotes coronados de paneles solares.
«Se ha ido una familia entera. Es un exterminio», dice a AFP Malik Ibrahim con la cara lívida y recubierta de polvo.
A medida que levanta cascotes, este hombre de 40 años pierde la esperanza y se deshace en lágrimas. «Cada vez que sacamos un cadáver me acuerdo de los buenos momentos que pasamos juntos; reíamos y hacíamos bromas», dice.
«Pero eso ya no volverá a ocurrir. Estamos separados. Ellos están en el más allá y nosotros aquí. No nos veremos más».
El lunes al amanecer, cuando el terremoto de magnitud 7,8 remeció la zona, Malik, su mujer y sus ocho hijos huyeron de su casa en la ciudad de Idlib.
Bajo una lluvia torrencial, se sintió aliviado de seguir en vida, así como su mujer y sus hijos.
Pero poco después supo que sus familiares de Besnaya habían corrido una suerte bien distinta.
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«Nuestros recuerdos están enterrados»
Inmediatamente se dirigió al pueblo, a unos 40 km de su casa, y desde entonces no ha vuelto a dormir.
«Quedan veinte personas bajo los escombros. No tengo palabras, es una catástrofe. Nuestros recuerdos están enterrados con ellos. Somos un pueblo siniestrado en todos los sentidos de la palabra».
Malik Ibrahim cuenta que hace años se vio obligado a abandonar su domicilio anterior para refugiarse en Idlib, a causa de la guerra civil que desde el año 2011 dejó alrededor de medio millón de muertos.
En medio de las ruinas, decenas de vecinos, combatientes, voluntarios y cooperantes humanitarios se han reunido con la esperanza de encontrar supervivientes.
Cada vez que se saca a uno de ellos se escuchan gritos de alegría.
El terremoto, con epicentro en Turquía, causó al menos 11.700 muertos en total en ambos países, de los cuales más de 2.600 en Siria.