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jueves, marzo 28, 2024

HISTORIA HUMANA – Roberto, la ceguera no se lo impidió: ahora es psicólogo, bailarín y karateca

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Llámese suerte, destino o voluntad divina, algunas personas nacen con cualidades diferentes al resto, porque aunque parezcan condiciones desfavorables, es exactamente eso lo que los hace destacar de los demás.

Conozca a Roberto José Laínez Escoto, un hombre que actualmente tiene 30 años de edad, bailarín, licenciado en psicología y también cinta negra en karate, que desde muy pequeño debió aprender a, si puede decirse así, ver la vida con otros ojos.

Como todo niño, Roberto gozaba de descubrir y explorar el entorno que lo rodeaba; pero había algo en él que llamó poderosamente la atención de su madre: resulta que Roberto acercaba demasiado a su rostro los juguetes, libros de colorear, libros de dibujo y todo lo que tuviera a su alcance para curiosear y aprender.

Su mamá pronto se dio cuenta que tenía un problema visual. Sin embargo, esto no afectaba demasiado su desarrollo; él crecía y aprendía como cualquier otro niño, aunque por su condición, un poco más lento que los demás.

«Si quieren una actividad extrema, pónganme a mí al volante»

Fue hasta su etapa de adolescente que Roberto recibió el diagnóstico de un especialista: retinitis pigmentosa, una condición caracterizada por la pérdida gradual de la visión.

Antes de recibir esa noticia, Roberto tenía puestas sus esperanzas en una cirugía laser que, se suponía, lo ayudaría a ver todo con mayor claridad. Pero lastimosamente su condición era degenerativa e incurable; debía aprender a vivir con ella, puesto que lo acompañará el resto de su vida.

Poco a poco su visión comenzaba a llenarse de sombras, acciones cotidianas para cualquier persona se volvían un completo reto para él. «De pequeño podía leer un libro, ahora ya no, solo con un lector de texto», señaló.

Robertó confesó que al principio, recibir el diagnóstico y aceptar que le sería imposible recuperar la vista fue difícil para él: «hay desanimo, es como que le den cualquier noticia que no quiere escuchar, porque, por ejemplo, uno como hombre se imagina conduciendo un carro, pero son cosas que uno tiene que ir dándose cuenta que definitivamente no podrá hacer y eso desanima», confesó Roberto. «Pero pronto supe que habían otras que sí podía lograr, aunque esforzándome un poco más que el resto de las personas», continuó.

«A veces me pongo triste y luego se me pasa, como dice la ranita»

Aunque con un poco de dificultad, pero muchísimo esfuerzo y con ganas de sobra de cumplir sus sueños, Roberto ha logrado cada objetivo propuesto.

El ahora psicólogo relató que «de entrada» tuvo un pequeño problema antes de comenzar su carrera universitaria producto de su falta de visión.

«Yo no pasé el examen de admisión de la universidad porque no pude terminar a tiempo, porque como no miro bien, entonces normalmente me tomo mi tiempo para desarrollar un ejercicio. Luego de eso tuve que ir a reforzamiento de matemáticas por la misma razón».

El apoyo de su familia ha sido permanente, quienes lo ven como un ejemplo de vida y un modelo a seguir. Uno de los pilares en el aprendizaje académico de Roberto, según lo comentó él, es su abuela:

«Los primeros años (pausa), complicado… La que me ayudó bastante fue mi abuela, siempre voy a estar agradecido con ella porque me ayudó desde la secundaria hasta la mitad de la universidad. Ella me leía las cosas y yo salamente escuchaba».

Finalmente Roberto concluyó su licenciatura. Actualmente se le puede encontrar dando consulta en el Hospital del Valle en el Centro de Educación Especial y Psicología Infantil (CRECER).

Por otro lado, confesó que durante el tiempo que cursó la primaria recibió cierto rechazo por parte de algunos de sus compañeros, pero esto solo durante los primeros años. Él lo explicó así: «a veces el niño es cruel, no es consciente, pero fue más que todo en la primaria; luego los niños lo aprenden a querer a uno y ya en quinto o sexto grado eso pasó. En secundaria definitivamente no tuve problemas con eso».

«Tenía que aprender a defenderme»

Otra de las habilidades que Roberto puede presumir es que desde hace 13 años estudia artes marciales y ahora es cinta negra en la disciplina de karate.

«Desde pequeño me gustaba, pero una de las cosas que me motivó al ejercicio y al arte marcial fue que tuve un encuentro afuera de mi casa. Estábamos jugando pelota con unos amigos y uno de ellos me comenzó a molestar. Él me pateaba, yo caía al suelo y volvía a levantarme. Entonces yo supe que para defenderme de gente así tenía que aprender a pelear. Comencé a hacer ejercicio y luego entré a karate».

Lo anterior desarrolló en Roberto un «sexto sentido», reveló que es capaz de saber cuando un extraño invade su espacio vital y si es necesario, atacar. «Ahora lo practico porque me gusta, aunque si tocara pegar, pues toca».

«Soy el único caballero al que las damas deben sacar a bailar»

Hace aproximadamente ocho meses Roberto llegó a la academia de baile «Bailamos», ubicada en San Pedro Sula, Cortés, es busca de un nuevo reto: claro está, aprender a bailar.

«Yo empecé con esto del baile porque tenía inseguridad de que nunca he sido un buen bailarín. A veces la familia me decía, ‘vení, bailemos’, y yo ‘no puedo’, ni para atrás ni para delante».

Seguidamente contó que el impulso que tuvo para decidirse a aprender a bailar fue cuando en una fiesta escuchó una canción de salsa que le gustó mucho. «En ese momento dije: hey, a mí me gustaría aprender cómo se baila esta cuestión».

«Luego comencé a buscar y encontré que esta academia (Bailamos), estaba cerca de mi casa. Supe que el baile es bueno para la salud y, bueno, a mí me gusta hacer ejercicio así que pensé ‘un cardio más no estaría mal’ y fue cuando vine aquí».

«Todas quieren bailar con él»

Su instructora, Zevieta Bautista, confesó que para ella fue un reto trabajar con Roberto, ya que nunca había enseñado a alguien con su condición. «Fue un susto. Recuerdo que Fredy (otro instructor) se me acercó y me preguntó si ya había visto que teníamos una persona no vidente».

Pero resultó que fueron los maestros los que aprendieron del alumno: «Él nos iba instruyendo sobre cómo enseñarle por medio del tacto, por ejemplo, si se trata de un paso con los pies él toca los pies y así aprende cómo es que debe moverse. Ese fue el proceso con Roberto. Ahora si llega otra persona como él, entonces, ya sabemos cómo enseñarle porque él nos enseñó a nosotros».

Zevi, como mayormente la conocen, confesó que al principio pensó en darle a clases privadas a Roberto porque pensaba que sería complicado que aprendiera a bailar en grupo. «Pero después dije ‘no’, debe ser grupal, hay que buscar la forma de salir adelante con él».

Los demás alumnos de la academia recibieron a Roberto con los brazos abiertos. Poco a poco fue conquistando los corazones de sus compañeros, quienes lo apoyan e instruyen de buena manera cuando tiene dificultad con algún paso de baile.

«Eso ha sido bien bonito, a veces lo ven a él que está un poco perdido, más que todo en el calentamiento, y se le acercan para ayudarle. Entre los compañeros ha sido bien aceptado, admirado y querido aquí. Y todas quieren bailar con él porque es buenísimo. Se ha desarrollado muy bien.», contó la instructora.

«No se den por vencidos»

Ahora Roberto le agarró, como dice él, el «vicio» al baile, y dijo que no descarta la posibilidad de dedicarse a ello profesionalmente y compertir nacional e internacionalmente.

Finalmente, envió un mensaje a aquellos que atraviesan una situación similiar a la de él, incluso a los que no, pero que en algún momento se han creído incapaces de lograr un objetivo.

«Yo los animo a que no se den por vencidos. La peores limitaciones no están en el cuerpo, sino en la mente. Si usted ve esto como un impedimento, pues así será, un impedimento. Pero si usted lo mira como algo que sí puede superarse, entonces lo logrará. Hay que romper las limitaciones de la mente, no del cuerpo; eso aplica para todos», concluyó.

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