MARYLAND, ESTADOS UNIDOS. Vivir cómodos en su país natal, con un negocio y familia unida es vivir en la gloria para cualquier hondureño y ser humano. Sin embargo, cuando la vida sorprende con sucesos inesperados y nos hace vivir momentos oscuros, nada vuelve a ser igual.
Este es el caso de Gabriela Melara, hija de los dueños de la famosa imprenta «Melara Digital», ubicada en Guamilito. Melara es uno de los miles de hondureños que se han marchado de su país en busca del «sueño americano» y cambiar su vida.
La hondureña dejó su nación en el 2000 ya que quedó sin su sustento económico al perder a su padre y esposo en 1998.
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Renunció a sus sueños
Diario Tiempo sostuvo una conversación con la hondureña residente en Maryland, Estados Unidos, para conocer más detalles sobre su vida y los momentos difíciles que le tocó pasar en un país desconocido.
Melara comenzó contando que lo sucedido con su familia en 1998 la impactó muy fuerte cuando tenía 19 años y su hija 2.
«La muerte de los dos seres queridos se convirtió en el momento más oscuro de mi vida. El día se convirtió en la noche y yo pasaba dentro del cementerio llorando, desesperada y no sabía qué hacer», recordó.
De igual manera, comentó conmovida que una vez intentó matarse con su hija en su carro porque estuvo en depresión.
«Agarré un carro que dejó el papá de mi hija, lo agarré, la monté y me dirigí a Puerto Cortés. Lo que yo pretendía era meterme con todo y carro al mar porque la vida para mí ya no tenía sentido, pero unos morenitos que estaban en la playa me lo impidieron», especificó.
Asimismo, la catracha relató que tuvo una vida cómoda gracias al negocio de su familia, pero en 1998 todo cambió.
«Yo estaba estudiando Derecho en la Universidad Privada de SPS, luego con lo que pasó tuve que renunciar a mi carrera, abandonar todo y luchar por mi hija. Gracias a Dios nosotros siempre tuvimos visa y así pudimos marcharnos a EEUU«, comentó.
Gabriela reconoció a Diario Tiempo que agradece a la vida porque pudo viajar y no le tocó vivir lo que afrontan miles de hondureños en las fronteras.
Nuevos retos
«Esos momentos cuando perdí a dos hombres importantes fueron los más difíciles. Nadie de la familia del papá de mi hija me quiso ayudar, yo me las tuve que arreglar sola y por eso decidí irme», subrayó.
De acuerdo con lo manifestado con Melara, primero llegó a Miami y trabajó de mesera en un restaurante hondureño.
En cuanto a las comodidades, dijo que no tenía en las primeras instancias, incluso, le alquilaban una sala por $100 para dormir.
Posteriormente, se contactó con unos familiares que habitan en Maryland, quienes la presionaron para que mudara con ellos ya que en Miami el trabajo era más complicado para los indocumentados.
«Tomé la decisión y me fui para allá, comencé de cero, durmiendo en el suelo, tenía dos trabajos, cuidaba niños y limpiaba viviendas. Cuando yo trabajaba todo el día, mi hija se quedaba en la casa de mis primos y ahí me ayudaban a cuidarla», agregó.
En consecuencia, aseveró que sufrió mucho cuando trabajaba duro ya que no estaba acostumbrada a eso y debía hacerlo para sacar adelante a su niña.
«Tuve que mandar a mi hija un año con mi mamá y mi hermana en Arizona para poder establecerme económicamente. Cuando ella volvió, yo ya estaba en un apartamento y estaba bien, con un trabajo estable», continuó.
Su mayor orgullo: Andrea Zapata Melara
Del mismo modo, la hondureña afirmó que logró realizar lo que más deseó cuando se marchó de Honduras: su hija creció en un ambiente agradable, con oportunidades y un camino lleno de éxitos.
Según señaló, se llevó a su niña cuando tenía 5 años, luego creció en Estados Unidos, donde también se formó académicamente y contrajo nupcias.
«Ella nunca ha pedido préstamo al gobierno, nosotros le hemos ayudado a pagar sus estudios sin pedirle ni un peso a nadie más que su familia. Es decir, en diciembre se va a graduar de abogada de migración con honores y gran esfuerzo», explicó.
Para Melara, su hija le correspondió muy bien ya que nunca se mostró malagradecida por todo lo que hizo ella.
«En la mayoría de los casos, los padres se vienen a trabajar y mandar a traer a sus hijos, ellos solo vienen a perderse, delinquir o drogarse, pero Andrea es todo lo contrario», constató.
Residentes en EEUU
Al referirse al tema legal, la hondureña detalló que ya es residente en el país y lo obtuvo gracias a su madre.
Por su parte, su hija Andrea, logró ser legal al casarse con un ciudadano americano, después de 4 años de noviazgo.
«Yo reconozco que me gustaría seguir viviendo en el país, de hecho, yo no hubiese dejado Honduras, sino porque me vi obligada a hacerlo. Yo le digo a mis hijos que cuando me muera, quisiera que me enterraran en mi país, pero no están de acuerdo porque ya no tengo familiares inmediatos allá», acotó.
Melara confirmó que en su llegada a EEUU no aceptaba que iba a vivir por muchos años fuera de las fronteras de su país.
«Me costó años adaptarme, yo pensé que solo era algo temporal, así lo miraba, yo juraba que iba a volver a Honduras», sostuvo.
Por último, la hondureña confirmó que no se arrepiente de haber renunciado a sus sueños por cumplir los de su hija, Andrea Zapata.
«Después de muchos años, esfuerzos y dedicación, ella se graduará este año como abogada de migración en la Universidad de Maryland y esa es la mejor satisfacción», concluyó.
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