REDACCIÓN. La comunidad de religiosas Hermanas de Jesús del Buen Samaritano, ubicada en el sector de Vía Florencia en San Pedro Sula, ha hecho un llamado urgente a las autoridades del país, solicitando la publicación en La Gaceta del Decreto Legislativo 150-2022, que condona la deuda energética de su obra, y que hasta la fecha no ha sido oficializado.
Desde hace 36 años, esta organización sin fines de lucro atiende con dedicación y fe a 56 niños y jóvenes con discapacidad física y psiquiátrica en situación de total abandono. Muchos de estos menores los ha entregado el mismo Estado. Sin embargo, actualmente viven bajo el cuidado de las religiosas, quienes los consideran como hijos de Dios. A pesar de la gravedad y sensibilidad del trabajo que realizan, las hermanas no reciben ningún tipo de subsidio o apoyo gubernamental.
Las necesidades del centro se sostienen exclusivamente gracias a donaciones del pueblo hondureño. Alimentación, medicamentos, atención médica y servicios básicos se cubren mediante la solidaridad ciudadana, lo cual ha generado una situación crítica, especialmente ante las constantes amenazas de corte del suministro de energía eléctrica por la deuda acumulada. Según las religiosas, en múltiples ocasiones han quedado sin recursos, lo que pone en riesgo la vida de los menores a su cargo.
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La comunidad religiosa ha dirigido su petición al presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, cuestionando por qué aún no se ha oficializado el decreto aprobado en 2022. Asimismo, han extendido una invitación pública a la presidenta Xiomara Castro de Zelaya para que visite personalmente la obra y conozca la realidad que enfrentan.
Finalmente, solicitan que se considere la exoneración permanente del pago de energía eléctrica para el centro. Según explican, los equipos que se mantienen activos no representan lujos, sino necesidades vitales para el tratamiento y alimentación de los niños. “Lo que hicieron con uno de estos pequeños, a mí me lo hicieron también”, expresan las religiosas. Aseguran que este llamado no lo consideran no una protesta, sino una súplica de fe.