Gareth Bale recupera el protagonismo con su doblete en la final de Kiev

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El golazo de chilena de Gareth Bale empezará a acompañar en las imágenes europeas a la volea de Zidane en la Novena.

El técnico francés quizás ya empezaba a ser consciente de ello cuando, después de haber visto el golpeo de Bale, se llevó las manos a la cabeza, incrédulo.

Hay noches que revientan pronósticos y quinielas. Esa noche, como la de ayer en el Olímpico de Kiev. En las que se mezcla el drama con la felicidad máxima, las lágrimas con las sonrisas. Esas noches en las que Benzema se vuelve pillo.

Hay noches en las que los que se han pasado la temporada sufriendo y perdiendo protagonismo lo vuelven a encontrar justo cuando más se los necesita. Hay noches para el relevo.

“Ay madre, ay madre”, parecían decir sus gestos con las manos.

Las noches europeas ya son las noches del Madrid. Los blancos consiguieron su tercera Champions seguida gracias a un doblete del galés que firmó el 2-1 y el 3-1.

El último equipo que había conseguido levantar tres orejonas consecutivas fue el Bayern en 1974, 1975 y 1976.

“Necesito jugar semana tras semana y eso no ha pasado esta temporada. He estado lesionado de la rodilla durante cinco o seis semanas, ahora estoy bien y obviamente tengo que sentarme con mi agente este verano y ver”, declaró el extremo galés en la sala de prensa después de recoger el trofeo al mejor jugador de la final.

“Necesito más minutos y si no puedo conseguirlo aquí, tengo que pensarlo. Lo haré durante el verano, tengo mucho tiempo para hacerlo ahora [no irá al Mundial ya que Gales no se ha clasificado]. Quizás me quede en el Madrid, quizás no”, añadió.

Dijo también estar “decepcionado y desilusionado” por no haber salido de inicio. “Pensé que tendría que haber jugador porque estaba jugando muy bien, pero como soy un profesional sé que el equipo no sólo son los 11 jugadores que salen de inicio sino el equipo, y cuando sales tienes que intentar darlo todo y es lo que intenté hacer esta noche”, aseguró.

Bale empezó la final desde el banquillo. Desde octavos, apenas había disputado 99 minutos. En las últimas semanas sus goles y buen estado de forma habían convertido el posible once para la final en el quebradero de cabeza de Zidane.

El técnico, finalmente, repitió el once de Cardiff y sentó al galés. En el minuto 60 quitó a Isco y dio entrada a Bale. Tres minutos después, el galés, en su temporada más delicada desde que llegó al Madrid, enganchó de chilena un balón que le había enviado Marcelo. Justo debajo del fondo del Real Madrid.

¡Se volvió loco en la celebración!

Se tiró en plancha, se dejó despeinar y fue sepultado por sus compañeros cerca del córner. Bale volvió a gritar goles, con rabia y alegría, como ya hizo en Lisboa el día de la Décima en 2014 o en la final de Copa de ese mismo año, tras la supersónica carrera ante Bartra. Y lo volvió a gritar de nuevo en el 82, cuando firmó el 3-1 tras un remate desde fuera del área que cogió un efecto extraño y provocó otro error de Karius.

El portero, que dudó entre si blocar o despejar, se introdujo el balón en la portería. “La chilena ha sido el mejor gol de mi vida, nunca había marcado de chilena, siempre lo había querido hacer”, dijo.

14 partidos se había perdido Bale esta temporada por lesión. Alguno más por decisión técnica. Desde hace meses y por primera vez desde que llegó al Madrid, había perdido su condición de intocable. Ya no se le esperaba como antes.

Aprendió lo que es quedarse fuera y pelear por recuperar su sitio. En esos meses auguraban algunos en el club que el galés fuera decisivo en los últimos partidos. Quizás nadie se imaginaba que lo fuera en Kiev. Pero lo fue.

EFE