Francis de Chimirri: “El día más duro fue cuando mi hija cumplió 15 años”

Francis Quezada de Chimirri, la esposa del ex gerente de la Empresa Hondureña de Telecomunicaciones, Marcelo Chimirri, recuperaba el viernes la libertad tras haber estado en la cárcel de mujeres de Támara por dos delitos

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TEGUCIGALPA. 544 días en la cárcel hicieron que las calles, los ruidos de los autos, al andar de las personas, la luminosidad de las estrellas, la compañía de su esposo y los abrazos de sus hijas sean hoy situaciones de la vida cotidiana que le parezcan extrañas, pero a las que se está acostumbrando de nuevo.

Francis Quezada de Chimirri, la esposa del ex gerente de la Empresa Hondureña de Telecomunicaciones (HONDUTEL), Marcelo Chimirri, recuperaba el viernes la libertad tras haber estado en la cárcel de mujeres de Támara por dos delitos: Lavado de activos y almacenamiento de armas y municiones comerciales, por los cuales la acusó la Fiscalía.

Dieciocho meses después de su encierro en una prisión ubicada a 30 kilómetros de la capital hondureña y en la que hay más de 400 mujeres internas, un tribunal de sentencias la declaró inocente.

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Así pudo recuperar el que para ella es el bien más preciado: La libertad de poder moverse, de ir donde quiere, de estar de nuevo con su familia, su esposo y sus dos hijas, una de 16 años y otra de 12 años.

“Estoy adaptándome de nuevo. El ser humano es de adaptación, así es que estoy comenzando de nuevo a ver calles, a ver carros, a escuchar ruidos”, decía Quezada de Chimirri en una entrevista que concedió este martes al analista sociopolítico, Chano Rivera director del popular programa de televisión “QHubo Chano”.

Sentada en el set junto a su esposo Marcelo, con el que ha estado casada durante 18 años, la declarada inocente reveló que mientras estuvo en la cárcel nunca le preguntó a Dios por qué estaba en ese lugar “porque yo estaba completamente convencida de que yo era inocente”.

“Siempre le pregunté a Dios para qué estoy en este lugar, Ayúdame a entender para qué vine a este lugar. Y eso fue lo que aprendí en dieciocho meses. Aprendí a depender de Dios, me enseñó a conocer el dolor ajeno, el sufrimiento ajeno, porque eso es lo que hay en la cárcel”, añadió.

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“Aunque tengamos a Dios en nuestro corazón y aunque estemos cerca de él, el hecho de estar separadas de nuestras familias es como ver una película que pasa y como estar en otra vida”, dijo tras preguntarse “ahora cómo me van a devolver haber perdido la celebración de los quince años de mi hija”.

SU DÍA MAS DURO EN LA CARCEL
Quezada de Chimirri lloró cuando recordó que a tan sólo 20 días de su encierro, su hija mayor alcanzó la edad de los ensueños, sin la posibilidad de estar a su lado.

“Ese día lloré y lloré, tenía 20 días de estar en prisión. Los sentimientos eran encontrados.

Qué niña no sueña cumplir quince años y qué madre no desea estar ese día con ella. Fue uno de los días más duros, pero ahí apenas empezaba la prueba”, relató con lágrimas en los ojos.

Recordó que otro momento duro fue cuando le avisaron que una de sus hijas estaba presentando un cuadro de varicela. “Ese día sentí una impotencia terrible y comenté con mis compañeras: Cualquiera de ustedes, si estuviera de viaje y les dicen que su hija está enferma, sale corriendo y regresa, pero aquí, cómo me voy, eso se llama impotencia porque yo estaba apenas a 30 kilómetros y no podía venir a verlas”.

Expresó que la cárcel se hace llevadera sólo si se está de la mano de Dios porque en prisión están alejadas del mundo exterior, desconociendo lo que sucede y aprendiendo a evadir la realidad, aunque contó que trató de volverse productiva y se involucró en actividades educativas dentro de la cárcel, convirtiéndose en maestra de noveno grado.

Se refirió al trato de los custodios en la cárcel e indicó que hay muchas personas dentro de la cárcel que son buenas y se solidarizan con las privadas de libertad y hay otras que no y que ven como culpables a todas las mujeres que están en la cárcel aun sin estar sentenciadas.

Negó haber tenido tratos preferenciales y dijo que hizo sus deberes como las demás internas, usó uniforme en los días de visitas y tuvo acceso a la alimentación a la que le sirven a todas, indicando que en la cárcel hay alimentos, que no son sólo arroz y frijoles, pero que si son deficientes.

Por ahora dice que no ha pensado si va a demandar por daños al Estado, puesto que se ha dedicado a llenar el vacío que esta separación causó en sus familias, la grado que los primeros días no durmieron acostados todos en la cama, disfrutando de su tiempo, recuperando el espacio perdido.

De lo que sí está segura, afirmó, es que quiere darle vuelta a la página y volver a la cárcel donde quedó la mitad de su corazón, a seguir apoyando a la población penitenciaria y a visitar las amigas que dejó en Támara, mujeres que al igual que ella, no tienen más vista que la que deja ver una ventana de la celda, lejos del ruido de los carros, de las personas, sin poder ver las estrellas.

SEPALO
Francis de Chimirri dijo que la acusación fue porque encontraron el dinero de sus empresas en su casa y lo justificaron en un tribunal de primera instancia, que les decretó sobreseimiento definitivo, pero una corte de apelaciones revocó el fallo y mandó a continuar el proceso, ordenando su detención y mandándola a Támara.