Redacción. La vitamina D cumple un papel fundamental en el desarrollo saludable de los niños. Más allá de su conocida función en la absorción del calcio, esta vitamina regula procesos esenciales para el crecimiento óseo, el sistema inmunológico y el equilibrio neurológico. Sin embargo, su deficiencia es más común de lo que se piensa y, en muchos casos, pasa desapercibida.
Durante los primeros años de vida, el cuerpo experimenta un crecimiento acelerado. La vitamina D asegura que los huesos se desarrollen de forma adecuada, previene deformidades y fortalece el sistema inmunológico. También influye en la función muscular, en la estabilidad emocional y en el rendimiento cognitivo.
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Síntomas frecuentes de déficit de vitamina D en niños
Identificar la carencia de esta vitamina no siempre es sencillo. Los síntomas suelen ser sutiles y, en ocasiones, se confunden con otros trastornos. Estos son algunos de los más comunes:
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Retraso en el crecimiento: un desarrollo físico más lento de lo esperado puede ser una de las primeras señales.
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Deformidades óseas: las piernas arqueadas o malformaciones en la caja torácica son signos clásicos de raquitismo, una enfermedad relacionada directamente con la falta de vitamina D.
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Dolor óseo y muscular: los niños pueden quejarse de molestias en las piernas, la espalda o los brazos, especialmente al caminar o jugar.
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Calambres y espasmos: movimientos musculares involuntarios o rigidez, a veces acompañados de dolor.
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Cansancio inusual: aunque es más difícil de detectar, algunos niños presentan baja energía o se fatigan fácilmente.
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Infecciones frecuentes: un sistema inmunológico debilitado puede traducirse en resfriados, gripes u otras infecciones recurrentes.
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Irritabilidad o cambios de ánimo: la vitamina D también actúa en el cerebro, por lo que su déficit puede afectar el comportamiento y el estado emocional.
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Dificultades motoras: retrasos al gatear, caminar o sostener objetos pueden estar vinculados con un desarrollo muscular deficiente.
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Problemas dentales: caries frecuentes, caída prematura de dientes o esmalte debilitado también pueden reflejar una carencia.
Consecuencias si no se detecta a tiempo
La falta de diagnóstico y tratamiento puede provocar problemas graves a largo plazo:
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Raquitismo, una enfermedad ósea que impide el crecimiento adecuado.
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Fragilidad ósea con mayor riesgo de fracturas.
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Déficit en el desarrollo neuromuscular.
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Problemas de aprendizaje y concentración.
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Alteraciones emocionales persistentes.
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Mayor vulnerabilidad frente a enfermedades infecciosas.
La única manera confiable de saber si un niño presenta niveles bajos de esta vitamina es mediante un análisis de sangre. Este examen permite a los profesionales evaluar si es necesario incorporar suplementos o hacer ajustes en la dieta y exposición al sol.
Prevención y atención temprana
La prevención es clave. Una alimentación rica en vitamina D, como pescados grasos, huevos, productos lácteos fortificados y cereales, junto con una exposición moderada al sol, ayuda a mantener niveles saludables. En casos de deficiencia confirmada, el tratamiento suele ser sencillo y eficaz bajo supervisión médica.
Detectar a tiempo la falta de vitamina D puede marcar una gran diferencia en la salud física, emocional y cognitiva del niño. Ante cualquier sospecha, consultar con un pediatra es el primer paso para proteger su desarrollo y bienestar integral.
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