Redacción. El reportero gráfico mexicano de origen colombiano Rodrigo Moya (1934-2025) murió a los 91 años, tras enfrentar una larga recuperación derivada de una cirugía.
Moya falleció el miércoles, en la calma del sueño, mientras descansaba en su casa ubicada en el estado mexicano de Morelos, acompañado de su familia y su esposa, la diseñadora Susan Flaherty, quien lo acompañó durante más de 43 años, informó el periódico mexicano La Jornada.
El archivo de este talentoso fotógrafo, que retrató con honestidad la cruda realidad social latinoamericana, supera los 40,000 negativos. Él y su pareja los preservaron como si se tratara de un tesoro —que lo es—, pues en su interior respiran, en blanco y negro, imágenes históricas.
Una de ellas es la del ‘Che melancólico’, que Moya tomó en 1964 a Ernesto ‘Che’ Guevara (1928-1967) durante el aniversario del triunfo de la Revolución Cubana en La Habana.
Esta fotografía, que forma parte de una serie de 19 retratos, ha trascendido durante décadas, ya que muestra al símbolo de la izquierda con una postura tensa, pero al mismo tiempo distante del entorno guerrillero.
La figura de Guevara marcó la trayectoria de Moya, quien en su texto Fotografía documental y fotorreportaje aseguró que, después del asesinato del argentino en Bolivia, decidió abandonar el fotoperiodismo, pues su “ingenua pretensión de fotografiar las gestas guerrilleras se esfumó con la muerte del comandante”.
Otro de sus grandes retratos fue el que le hizo al Nobel de Literatura Gabriel García Márquez (1927-2014). A este fotografió en 1966, unos meses antes de la publicación del mítico Cien años de soledad.

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Rodrigo Moya
La mirada de Moya se adhirió a la tierra americana, documentando las décadas de los cincuenta y los sesenta, en las que se desarrollaron las guerrillas latinoamericanas. Entre ellas las de Venezuela y Guatemala, la Revolución Cubana, la invasión estadounidense a República Dominicana y los movimientos sociales de 1968.
Tras dejar el periodismo, fundó la revista Técnica Pesquera, que dirigió durante 22 años. Casi tres décadas después, obtuvo el Premio Nacional de Cuento del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal). Esto por su obra con Cuentos para leer junto al mar.
El fotógrafo del movimiento social llegó a México con apenas dos años y se nacionalizó mexicano en 1955. Abandonó la carrera de ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para cargar una cámara sobre su hombro.
Respecto a su memoria, su hijo, Pablo, expresó que desea que lo recuerden como un fotógrafo “comprometido con la verdad y la historia”.
Por su parte, instituciones como la Secretaría de Cultura de México, la UNAM, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), entre otras, han expresado sus condolencias y lo han reconocido como una “figura clave del fotoperiodismo latinoamericano”.

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