Un día después del asalto a las sedes de los tres poderes en Brasilia por simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro, surgen interrogantes sobre la poca preparación, impericia e incluso sobre una eventual complicidad de las fuerzas de seguridad del distrito federal en los episodios.
¿Cómo es que los invasores pudieron acceder tan fácilmente a sitios clave del poder en Brasil? ¿Alguien financió este ataque perpetrado contra la democracia brasileña?
¿Por qué las fuerzas del orden no desmantelaron antes los campamentos de partidarios del expresidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, instalados desde hace dos meses delante de edificios militares de todo el país, en reclamo de una intervención militar para impedir que Luiz Inacio Lula da Silva volviera al poder?
«Tragedia más que anunciada en Brasilia», tituló el editorialista Eliomar de Lima en una crónica para el diario O Povo, de Fortaleza (noreste).
Hubo señales que precedieron a estos eventos. El sábado por la noche, un centenar de buses con unos 4.000 partidarios de Bolsonaro llegaron a la capital. Ellos se unieron el campamento delante del cuartel general del Ejército.
El ministro de Justicia, Flavio Dino, autorizó entonces el despliegue de agentes de la Fuerza Nacional de Seguridad Pública, un cuerpo policial especial enviado a diferentes estados en caso de amenaza contra la ley y el orden.
Eso no impidió que los manifestantes recorrieran 8 km desde su campamento hasta la Plaza de los Tres poderes, en cuyas inmediaciones se ubican el palacio presidencial, la sede del Supremo Tribunal Federal, y el Congreso, sin ser bloqueados por la policía.
– «Mala voluntad o mala fe» –
«Hubo, diría yo, incompetencia, mala voluntad o mala fe de las personas que cuidan de la seguridad pública del Distrito Federal», afirmó el domingo Lula, antes de volver a Brasilia desde Sao Paulo en donde visitaba una localidad afectada por inundaciones.
Minutos antes de la invasión, un responsable de la seguridad en Brasilia envió un mensaje al gobernador del distrito federal, Ibaneis Rocha, señalando: «Los manifestantes son escoltados por la policía (…) y el clima es tranquilo, es una manifestación totalmente pacífica», señala en este registro publicado por el sitio Metropoles.
En su editorial publicado el lunes, el influyente diario O Estado de Sao Paulo destacó «la facilidad sorprendente con la que los vándalos que no aceptaron la derrota de Jair Bolsonaro invadieron los sitios de poder en Brasilia, en el peor ataque contra la democracia brasileña desde el final de la dictadura militar (1964-1985)».
– «Todos los gastos pagos» –
Mucho antes de la llegada de los buses, muchas publicaciones en redes sociales aludían a la concentración en Brasilia.
«Todos los gastos pagos. Agua, desayuno, almuerzo y cena. Y acamparán en Planalto», el palacio presidencial, señalaba un mensaje en un grupo de partidarios de Bolsonaro en Telegram.
Las dudas también planean sobre los servicios de inteligencia del Estado.
La actitud de algunos policías también la cuestionaron. A través de videos que muestran a agentes filmando la invasión con sus teléfonos en lugar de intervenir.
«No hizo falta seguridad, había policías. Faltó que ellos actuaran, para no dejarlos hacer lo que hicieron. Fue una invasión», dijo Pedro Sabino Rapatoni, un asistente administrativo de 21 años en Brasilia. En TV Globo, la prestigiosa periodista Miriam Leitao denunció el lunes la «bolsonarización de las fuerzas policiales en Brasilia».
Leitao acusó particularmente al despedido secretario de Seguridad del Distrito Federal, Anderson Torres, exministro de Justicia de Bolsonaro que se encontraba en Estados Unidos el domingo, al igual que el expresidente.
Torres fue despedido el domingo por el gobernador Ibaneis Rochasu. A Rocha lo suspendieron de sus funciones por 90 días, un juez de la Corte Suprema.
Otros funcionarios podrían caer en los próximos días.