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martes, julio 16, 2024

EXPATRIADOS EN SU PATRIA

Debes leer

Oscar Aníbal Puerto Posas

La pseudo democracia ateniense, creó el ostracismo. La palabra deriva de “ostrakon”, concha o tejuelo en forma de concha en que los atenienses escribían el nombre del condenado a destierro. Su duración –dice la Historia- fue de 10 años primero, y de 5 más tarde. No suponía ninguna mengua de la reputación ni de la propiedad del afectado. Arístides, Temístocles y Tucídides sufrieron, entre otros, el ostracismo.

Los traumatismos políticos que vivió nuestra Honduras en la tercera década del siglo pasado, dio lugar a la exclusión forzada de las oficinas públicas de valiosísimos compatriotas que no salieron de las fronteras patrias pero quienes vivieron un doloroso exilio en su propio país. Fue un “exilio” prolongado. Muy prolongado. Diré 25 años. De 1932 a 1957. Advierto al lector(a) que la nómina está incompleta. Durante el “cariato” yo era un infante. En el gobierno del doctor Juan Manuel Gálvez, mi vida se deslizaba entre bolsones escolares y múltiples travesuras. Lo que ustedes van a leer, llegó a mí por referencias.

Comenzaré por Luis Andrés Zúñiga. Poeta y prosista, amigo íntimo de Juan Ramón Molina y de Rubén Darío. De este último, fue su secretario en París. Cerebro bien organizado. Honduras no supo sacarle el debido provecho a su enorme talento. A lo sumo, llegó a ser subsecretario de Relaciones Exteriores en la administración de Miguel R. Dávila. El doctor Vicente Mejía Colíndres, le confió un cargo modesto: Director de la Biblioteca y Archivos Nacionales. Él honró ese cargo que no el cargo a él. Desde 1933, gobierno de Carías, no volvió al desempeño de funciones públicas. Hay quienes dicen que Marcos Carías Reyes, que recoge notas sobre la vida y obra del poeta en “Hombres de Pensamiento”, trató de influir sobre el ánimo de su tío, para colocar en el servicio exterior al eximio poeta. Lo impidieron Mr. Julius G. Lay y Mr. Leo John Keena, embajadores de los EEUU en Honduras, durante el régimen del general Carías. Luis Andrés, había escrito el máximo poema antiimperialista de su época: “Águilas conquistadoras”.

Además, en una de sus fábulas hizo una parodia poco amable de Tiburcio Carías: “Bien puede Ud. como Cincinato ir a buscar reposo en la vida privada. Váyase al campo y engorde”.  Como sea, el poeta fue ignorado. Se dedicó a editar revistas culturales que apuesto, doble contra sencillo, que le ocasionaron gastos irredimibles. Cuando el poeta Céleo Murillo presidía la APH, lo aproximó a esa casa de intelectuales (hay iconografía que lo constata). Cuando su Partido Liberal vuelve al poder, después de 25 años, el Presidente Villeda Morales se dignó a darle la “Orden de Morazán”, compartida con otras personalidades. Su discurso al recibir el premio es un clásico de la oratoria hondureña. Nadie lo ha recopilado. Luis Andrés Zúñiga nació relativamente rico. Murió relativamente pobre, en 1964.

Alfredo Trejo Castillo. Abogado y Notario. Frente a su casa, donde funcionaba su escritorio jurídico permanecieron, durante 16 años, policías de investigación. Esta presencia le ahuyentaba clientela al jurisconsulto, al llevarse un apunte de quienes lo visitaban. Las despensas del hogar permanecían casi vacías. Su locomoción física también era vigilada. Más le hubiera valido el destierro que este exilio en su propia patria. Para mayor ironía no ocupó ningún cargo público, cuando su partido volvió al poder.

Marcos López Ponce. Un amigo me describió el reducido espacio en que habitaba. No ejerció su profesión de abogado por trabas y añagazas que le cerraban el paso en los tribunales de justicia. Sus únicos ingresos provenían del sueldo como profesor de Derecho Romano. Su competencia en la materia trascendió las fronteras patrias. Su pobreza le impidió constituir un hogar. Sus únicos acompañantes fueron: Próculo, Labeón y Papiniano. En su mesa de noche no estaba la Biblia sino el Digesto de Justiniano.

Guillermo Bustillo Reina. Abogado y poeta. La abogacía le impidieron ejercerla. Superó condiciones críticas gracias a su dominio del inglés. Impartía esa asignatura en los colegios. Tras de un accidente vial, quedó mutilado de ambas piernas; en silla de ruedas asistía a dar clases. En sus últimos años profesó en la UNAH, atendiendo el llamado del Rector Lisandro Gálvez, de grata recordación. Con grandes esfuerzos logró que su único hijo recibiera el título de ingeniero civil.

Antonio R. Reina. Abogado. También sin clientela. No más que contaba con bienes de fortuna, propiedades urbanas y rústicas. La gente que lo buscaba, liberales en situaciones de penuria, recibían dinero extraído de su peculio. Le dio a Honduras un presidente: Carlos Roberto Reina (1994-1998) y un rector a la UNAH: Jorge Arturo Reina (1973-1979).

Faltan otros. Escribo de los que recuerdo. Que otro se ocupe de hacer la lista completa.

Ramón Villeda Morales, médico pediatra, no sufrió ninguna vicisitud, al alero protector de su influyente suegro, el doctor Antonio Bermúdez, Ministro de Relaciones Exteriores y hombre muy querido –él se hacía querer, era culto y fino- del “último caudillo”. Por un designio del destino y sus méritos oratorios, Villeda Morales fue Presidente de la República (1957-1963).  Hizo un gobierno de tinte social demócrata. Depuesto por un cruento golpe de Estado el 3 de octubre de 1963. Luego del cual, fueron expatriados algunos de mis amigos que mucho estimo: Jorge Arturo Reina, José María Palacios, Rodil Rivera Rodil; suplico perdón a los que olvido.

Este artículo no está escrito para atizar rencores. Es, más bien, un llamado a no repetir errores.

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