Redacción. La temporada navideña, con sus abundantes comidas y celebraciones, puede representar un peligro silencioso para personas con hígado graso, también conocido como esteatosis hepática.
La condición, caracterizada por la acumulación excesiva de grasa en las células hepáticas, está estrechamente relacionada con malos hábitos de alimentación, obesidad, diabetes tipo 2, colesterol alto, triglicéridos elevados y resistencia a la insulina. Durante las festividades, los excesos en la alimentación y el consumo de alcohol pueden agravar esta enfermedad.
Aunque en sus etapas iniciales el hígado graso suele no presentar síntomas, cuando se combina con un consumo desmedido de alcohol pueden aparecer señales como fatiga, náuseas y dolor en el lado derecho del abdomen. Estos síntomas son indicativos de que la condición está empeorando, por lo que es crucial acudir a un médico para prevenir complicaciones graves.
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El impacto del alcohol en el hígado graso
Una de las mayores preocupaciones durante las celebraciones es el consumo de alcohol, un hábito que puede empeorar significativamente la condición del hígado graso. Incluso cantidades consideradas moderadas, como 20 a 30 gramos al día (aproximadamente 2 o 3 copas de licor), agravan la acumulación de grasa en el hígado y aumentar los triglicéridos en la sangre.
Lo anterior desencadenaría en problemas serios como fibrosis, cirrosis e incluso cáncer de hígado. Por esta razón, los especialistas recomiendan evitar por completo el consumo de alcohol en personas con hígado graso, ya que no existe un nivel seguro de ingesta.
La alimentación navideña y su efecto en el hígado
Los platillos típicos de la temporada suelen estar cargados de grasas saturadas y azúcares añadidos, los que resultan especialmente dañinos para personas con hígado graso.
Alimentos como chicharrones, buñuelos, empanadas y postres elaborados con cremas a base de mantequilla o margarina son perjudiciales y deben limitarse. Asimismo, bebidas azucaradas como refrescos y jugos industrializados también contribuyen a la acumulación de grasa en el hígado y deben consumirse con moderación.
Afortunadamente, el hígado tiene una capacidad natural de regeneración, siempre y cuando se tomen decisiones saludables. Reducir las grasas saturadas, eliminar los azúcares añadidos y llevar una dieta balanceada puede ayudar a mejorar la condición del hígado en un período de tres a seis meses, dependiendo del compromiso del paciente.
Diagnóstico y tratamiento del hígado graso
El diagnóstico del hígado graso se realiza mediante la combinación de historia clínica, estudios de imagen como ecografías y análisis de sangre. Para quienes tienen factores de riesgo como obesidad, diabetes o colesterol alto, es fundamental realizar un diagnóstico temprano con el fin de evitar complicaciones a largo plazo.
Hoy, no existen medicamentos aprobados específicamente para tratar el hígado graso. Por ello, el tratamiento se centra en cambios en el estilo de vida. La pérdida de peso, la reducción del consumo de grasas saturadas y azúcares, junto con la práctica regular de actividad física, son las medidas más efectivas para tratar esta condición.
El ejercicio regular es clave para combatir el hígado graso, ya que ayuda a reducir los triglicéridos, disminuir la grasa abdominal y mejorar la función hepática. Actividades cardiovasculares como caminar, andar en bicicleta o nadar son altamente recomendadas. Adoptar una rutina de ejercicio que sea sostenible y placentera a largo plazo es fundamental para mantener los beneficios en el tiempo.