EUA: 31 años en prisión por falsa violación y le indemnizan con $75

Este hombre fue condenado a 130 años por delitos que no había cometido y solicita que le compensen con un millón de dólares.

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Cárcel de Estados Unidos.

Lawrence McKinney, un estadounidense condenado en 1978 por violación, fue puesto en libertad.

Lo anterior, tras comprobarse su inocencia después de pasar tres décadas en prisión por ese delito. Pese a la injusticia de su reclusión, el Estado solo le otorgó una indemnización de 75 dólares, informa CBS News.

McKinney, que tiene 60 años y es originario de Menphis, había sido condenado inicialmente a 115 años. La condena fue por el supuesto crimen sexual y a 15 años más por el robo de un televisor.

Sin embargo, en 2009 un análisis genético demostró que era inocente de ambos cargos y le pusieron en libertad. Desde entonces, ha subsistido gracias a pequeños trabajos.

Solicitó dos veces su libertad

Este sexagenario asegura que «no tiene vida» por un error judicial y solicitó dos veces una compensación por un millón de dólares, rechazada en ambas oportunidades.

Su abogado, Jack Lowery, apeló la decisión de la corte y en los próximos días será el propio gobernador de Tennessee, Bill Haslam, quien otorgue un fallo definitivo.

McKinney asegura que, después de esperar 31 años por su libertad, puede aguantar un poco más de tiempo hasta conocer la decisión del político.

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“¿Si hoy entrase en prisión? Afilaría bien dos lápices, me los guardaría, y cuando alguien intentase tocar mi reloj, ¡lo apuñalaría!”, dice Jamal Blades con naturalidad.

Jamal sabe de lo que habla. Este hombre negro, alto, musulmán, de tono afable y barba nevada, ha pasado casi la mitad de sus 70 años de vida en prácticamente todas las prisiones de Nueva York por diversos delitos.

Pisó por primera vez el correccional cuando tenía 19 años, por robo de coches. “Si hubieses aparcado tu coche en el Bronx de aquella época, lo hubiese considerado mío”.

A los veinte cruzó las puertas de Sing Sing, donde asegura que jugaba al balonmano con quien llegaría a ser el último jefe de jefes de la Cosa Nostra, John Gotti.

Acabó allí, dice, por atracar una veintena de veces a los recaudadores del metro que cada 24 horas pasaban recogiendo el dinero de las estaciones. “20.000 dólares por golpe en 1965 era mucho dinero”, dice risueño.

Su conocimiento del mundo carcelario es asombroso; un torrente de anécdotas palpables donde se concatenan la política, la religión, la raza, y un sinfín de pequeñas tácticas de supervivencia.