Redacción. El vello corporal femenino ha sido un tema de controversia durante generaciones. Desde los años 80, muchas adolescentes comenzaron a afeitarse las piernas y las axilas como una norma social impuesta, influenciada por la publicidad y la moda.
En la actualidad algunas mujeres aún siguen la tradición, mientras que otras, como la autora de esta reflexión, optan por dejar crecer su vello, desafiando las expectativas sociales.
En su experiencia personal, la autora recuerda cómo comenzó a afeitarse a los 15 años, movida por la presión social y la influencia de campañas publicitarias como la de Gillette en 1915, que popularizó la idea de que las mujeres deberían eliminar el vello corporal para ser consideradas «femeninas».
Con el tiempo, y especialmente después de tener hijos, la autora dejó de afeitarse y descubrió que ya no necesitaba cumplir con esos estándares. Años después, disfruta de la sensación de tener vello en las axilas y lo ve como una elección personal que le brinda comodidad y libertad.
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Estigma
La autora menciona un incidente reciente en el que a una jugadora de un equipo de netball la criticaron por llevar vello en las axilas durante un partido, lo que llevó a una queja formal. Aunque la liga no tomó medidas, el incidente puso de manifiesto el estigma que aún existe en torno al vello corporal femenino.
Cada vez más jóvenes eligen no depilarse, no por falta de opción, sino porque prefieren no hacerlo. Este cambio refleja una creciente aceptación de que las decisiones sobre el vello corporal deben ser personales. Además, que no deben estar sujetas a la opinión ajena.
Las mujeres eligen afeitarse o no por diversas razones personales. Lo fundamental es que cada una tenga el derecho de tomar esa decisión por sí misma. Es decir, sin presiones de normas sociales o expectativas ajenas.
El vello corporal femenino, objeto de innumerables críticas y expectativas sociales, debe considerarse una elección personal. En un contexto en el que los cuerpos de las mujeres siguen siendo objeto de control y juicio es fundamental preservar su derecho a tomar decisiones sobre sus propios cuerpos, sin que ello sea motivo de crítica o estigmatización.
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