Fue la primera modelo negra de Cuba, una reconocida bailarina de danza contemporánea y la inolvidable protagonista de la película ruso-cubana «Soy Cuba», considerada una obra maestra de la cinematografía mundial. Seis décadas después del rodaje, Luz María Collazo cuenta sus recuerdos.
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Con 79 años dice tener «una memoria malísima». Para refrescarla echa mano a unos cajones repletos de fotos, carteles y portadas de revistas, en su pequeño departamento de Nuevo Vedado, en La Habana.
Son testimonios de una vida profesional marcada por el arte, que inició al amparo de la explosión artística que siguió al triunfo de la revolución de 1959.
«Tuve la suerte de estar aquí en un momento de vitalidad artística», dice a la AFP esta mujer mestiza, de larga melena negra, que conserva la mirada altiva pese a sus casi ocho décadas de vida.
Nació en Santiago de Cuba en 1943, pero creció en La Habana. Tenía 15 años cuando Fidel Castro llegó al poder. Tres años después, esta hija de un chofer y de un ama de casa, se interesó por el arte dramático.
«Vi un anuncio en un periódico» para estudiar en el Teatro Nacional. Allí también era posible estudiar danza contemporánea. «Quería ser actriz, (pero) la danza me sedujo», cuenta.
Y el cine la atrapó. En 1963, cuando salía de una sesión de peluquería en el hotel Habana Libre, la esposa del director de fotografía soviético Serguéi Urusevski la abordó.
Urusevski había viajado a la isla con el cineasta Mijaíl Kalatózov, ganador de la Palma de Oro en 1958. Ambos recibieron la propuesta de dirigir uno de los proyectos coproducidos por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y los estudios soviéticos, para exaltar la alianza entre los dos países hermanos.
La esposa de Urusevski le preguntó a Collazo si estaba dispuesta a actuar en la película. «Quería trabajar, a todo el mundo le decía que sí», añade y recuerda que en esa época tuvo que enfrentar «mucho racismo».
Demasiado poético
El filme, que se rodó durante varios meses, cuenta en cuatro partes el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista (1952-1959) por los revolucionarios de Fidel Castro.
Collazo, que encarna a una joven humilde que se ve obligada a prostituirse en los casinos frecuentados por la mafia estadounidense, recuerda a un Kalatózov «muy amable y delicado», que se comunicaba con los actores a través de un traductor.
A pesar de las precarias condiciones materiales, el resultado fue una película con una impresionante fotografía en blanco y negro y virtuosos movimientos de cámara, con secuencias innovadoras para la época.
Sin embargo, la película no alcanzó el éxito esperado. Se estrenó en 1964, en un momento en que Fidel Castro y Nikita Jrushchov estaban enfrentados.
Juzgada demasiado «poética» y portadora de una «visión exótica» de la isla caribeña, en La Habana apenas se proyectó, recuerda la actriz.
«La película no tuvo éxito, me decepcionó un poco», explica Collazo, que no volvió a un plato cinematográfico y que, seis décadas después, es uno de los últimos testigos de aquella aventura.
Hubo que esperar a la década de 1990 para que la película saliera del olvido. Francis Ford Coppola y Martin Scorsese lo sobrevivieron en 1993 y quedaron deslumbrados. La versión restaurada de la película fue galardonada con un premio en Cannes en 2004. Actualmente se estudia en las escuelas de cine.
El desafortunado destino del filme no impidió a Collazo continuar en el mundo de la imagen a través del modelaje, donde también impuso su belleza y talento, luego de ser descubierto en una «calle» de La Habana por el fotógrafo Alberto Korda, autor del más Famoso retrato de Ernesto «Che» Guevara.
Korda le dijo posar «profesionalmente». «Era excepcional en la época escogí a una mujer negra. Fue uno de los que más me promocionó», precisamente esta profesora de danza contemporánea, ahora jubilada y que vive sola tras la muerte de su esposo italiano.